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Cuando Taerae despertó se dio cuenta de dos cosas, que estaba acostado sobre el nido de Matthew y que era una de sus manos la que le apartaba un mechón de cabello de la frente— Todo está bien—, susurro el joven tigre— si quieres puedes descansar un rato más.

El guardián se sentó de golpe — Tengo que hablar con el rey— al tratar de ponerse de pie una mano ligera lo sostuvo por el hombro.

Matthew le sonrió cómplice— Mi señor dice que todo esto fue idea de Gunwook— al ver como los ojos negros querían salirse de sus orbitas, agrego— Minho y el hombre que te gusta realmente son algo malvado cuando se lo proponen.

Taerae era bastante rápido de mente, o al menos eso había pensado. El Jefe de la Guardia del Rey era realmente un tipo tramposo, lo había enviado hasta allí cuando los halcones podían llegar con mensajes tres veces más rápido— ¡Ese maldito tramposo!— Apuño las manos sobre su regazo.

—Yo dije lo mismo que tu— se sentó Matthew junto a su amigo— mira que enviarte en un viaje tan peligroso.

—Su majestad y su jefe de guardia tuvieron que haberse reído mucho— se enfurruño Taerae.

La noche estaba silenciosa, las voces de los guardias se escuchaban apagadas, clara intención de pasar desapercibidos aunque estuvieran lejos de donde se dio la escaramuza. El fuego en la tienda en la que supuestamente dormía el rey fue un espectáculo que duro un rato en acabarse, siendo perfectamente visible desde esa altura en la montaña.

La voz del rey rompió el enfadado silencio de los chicos — Deberían de dejar de estar quejándose y escuchar antes de ponerse en plan ofendido— los regaño sentándose sobre una piedra cercana.

Matthew arrugo el ceño, el cabello color plata caía sobre sus delgados hombros contrastado con el color negro de su túnica — Gunwook hizo venir a Taerae cuando podía haberte enviado un mensaje con un halcón— el tono y el pucherito dejaron ver lo molesto que estaba.

El rey dejo salir el aire lentamente, suplicando a cualquier dios que se ocupara de casos imposibles, que le diera paciencia para no darle una zurra a ese par de mocosos impertinentes— ¿Crees que hubiera sido seguro para ti quedarte en el castillo cuando la noticia de mi muerte llegara? — Hablo el rey queriendo ser directo— hubieras muerto en cuestión de horas. Choi es un traidor y nada cambiará eso.

Los chicos se miraron uno al otro, para luego asentir en entendimiento— Viéndolo así— sonrió Taerae. Saber que alguien le cuidaba era algo nuevo para él.

El rey se encogió de hombros— Ahora, mocoso— ordeno el soberano— busca un lugar a donde dormir, porque este sitio donde estas sentado es justo el mío.

Taerae tuvo suerte de que fuera de noche y no hubieran fogatas encendidas para que el rojo de sus mejillas no se notara. Había pasado casi toda su vida sin la capacidad de sonrojarse, y ahora parecía que era su estado natural. Sin atreverse a replicar, se puso de pie, acomodándose sobre unas mantas gruesas que el mismo rey había acomodado, se acostó para dormir.

¿Por qué es tan amable conmigo? — pregunto desde su nido de mantas.

El rey, que ya estaba acostado junto a su pareja, le respondió— Gunwook me encargo que te cuidara como él lo haría.

Matthew se revolvió en el capullo que formaban los brazos del rey alrededor suyo— Pero sin los besos— aclaro el joven tigre, podía dar la vida por su mejor amigo, pero prestarle a su lobo, eso jamás.

Los hombres aludidos dejaron salir una carcajada que hizo que los soldados volvieran la cabeza preocupados. Después de ver que no era nada, la tranquilidad de la noche se restituyo.

El destino que tenía la luna | MattwoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora