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Los soldados se dispersaron después de ver que otra vez el minino les había pateado el culo. Al menos ahora podían decir que una fiera peluda con grandes garras y colmillos les había atacado, era más honroso que el asunto con la motita blanca de carácter endiablado.

Jiwoong entro a sus dependencias privadas, caminando junto a él estaba el gatito. Justo antes de que cerraran las puertas dio orden de que buscaran comida como para un regimiento. Su tigre necesitaría alimentar toda esa hermosa musculatura.

Una vez se encontraron solos nuevamente, Matthew se convirtió en un hermoso hombre, tan desnudo como la misma luna.

—Hola— saludo observando a su rey que se había sentado sobre uno de los sillones.

—Hola— respondió el rey dedicándole una sonrisa mientras devoraba con la vista toda esa piel color crema. Los largos mechones de cabello plateado caían sobre sus hombros como una lluvia de plata.

— ¿Le dan miedo los gatos grandes, mi señor? — Gateo sinuoso hasta que sus manos se sostuvieron de las rodillas de su majestad.

El rey esta vez no pudo evitar se le escapara una carcajada, desde que ese peludo saco de problemas había llegado a su vida, ahora lo hacía más seguido.

—Eres de esos que siendo grandes o pequeños— abrazo el cuerpo del más joven— siempre trae en su equipaje un gran montón de problemas.

En su forma animal era una bestia grande, de mirada hambrienta y grandes dientes, pero en su forma humana apenas si había crecido un poco y ganando algo de masa muscular.

— ¿Te sigo gustando? — pregunto el gatito haciendo un pucherito que hizo que el corazón del rey se encogiera.

—Primero comida—, hablo el rey mientras le daba un ligero beso en la boquita rosa— luego baño, y si te portas bien, te daré tu postre.

Sin pensárselo dos veces Matthew se subió sobre las piernas de su señor, quedando a horcajas. Con un gesto mimoso rodeo, con sus ahora más tonificados brazos, el cuello de su amante, le dio un beso de los que se escriben historias completas.

El suave golpe en la puerta salvó al rey de ser escurrido por su travieso gatito— La comida ya llego— anuncio el rey al escuchar el gruñido del estómago de su pareja.

Antes de que el rey abriera la puerta, Matthew tomo nuevamente su piel de tigre. Una joven mujer entro acompañada por otra de

mayor edad, juntas empujaban un carrito cargado de bandejas con comida.

—Pongan todo eso sobre la mesa— ordeno el rey señalando la mesa que nunca solía usar.

Las mujeres dejaron todo servido y salieron, dedicándole miradas nerviosas al enorme tigre blanco que se relamía los colmillos al ver toda esa comida.

—No hagas eso— advirtió el rey— Si llego a saber que volviste a causar problemas no voy a tomármelo con gracia como hoy hice.

El enorme tigre inclino la cabeza en un gesto totalmente felino, mientras sus ojos azules parecían sonreír con travesura. Regresando a su forma humana, de un salto ágil paso por encima del sillón, para sentarse elegantemente en una de las sillas frente a la mesa— ¿Me acompañará, su majestad?

El Lobo de Kim, temido por sus enemigos y amado por su pueblo, sintió que su nueva pareja lo estaba enredando en un fino hilo rosa del cual estaba seguro no podía escapar. Caminando hasta situarse junto al chico, se sentó junto a él — Espero que no me decepciones— hablo Jiwoong más para sí mismo que para el gatito.

—Intentaré no hacerlo, mi señor— de pronto el rostro de Matthew perdió brillo, apartando el plato, continuo— Sé que no soy como se supone debo de ser... Taeyeon me enseño bien... es solo que no puedo evitar ser como soy.

Jiwoong tomo por la nuca al chico, acercándolo a su boca lo beso con pasión, con hambre, y aunque temiera esa verdad, con algo parecido al amor— Hasta ahora— hablo apartándose de esos labios apetitosos— lo estás haciendo bien, pero no quiero que amedrentes a los habitantes de palacio solo porque estés aburrido.

La sonrisa de Matthew podría iluminar al castillo entero. Acercando el plato, comió disfrutando con inmoral deleite cada bocado. El rey lo observo, sentado allí desnudo, actuando con total naturalidad, se podía sentir como la magia fluía en cada latido de ese dulce corazón.

(...)

Cuando el rey se preparó para salir nuevamente a cumplir con sus deberes, se encontró acompañado por un tigre blanco que se negaba a quedarse encerrado en su habitación.

—Nada de rugirle a nadie— repitió por quinta vez el rey— no quiero verte causándole más problemas a los guardias.

Matthew, aun en su forma felina, rodo los ojos con molestia. El rey podía ser bastante mandón a veces, una suerte que él fuera un gatito obediente y bueno. Se dijo a sí mismo mientras caminaba junto al rey.

Gunwook observo como el enorme tigre entraba donde los generales habían desplegado enormes mapas. El rey escuchaba las explicaciones de sus hombres, asentía en ocasiones, en otros momentos aportaba ideas.

El tiempo fue pasando lentamente para Matthew, el que ya había perdido la cuenta de los bostezos que había dado. Dejando la esquina donde estaba, llego junto a las piernas del rey, que dé pie examinaba los enormes pliegos de papel esparcidos por el piso.

—Hemos revisado estos mapas al menos diez veces— se quejó uno de los generales— y no hemos podido averiguar cómo es que llegan, atacan para luego desaparecer en el aire.

Matthew pudo reconocer algo de la geografía que se graficaba en esos pliegos, uno de los hechiceros, un viejo obsesionado por las cavernas y la magia que se oculta en ellas, le había enseñado las particularidades de esa zona en especial.

El destino que tenía la luna | MattwoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora