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Con cuidado de no asustar al delicioso muchacho apenas cubierto por la negra capa de viaje, la cual se había corrido lo suficiente para dejar ver una tierna tetilla erecta, se puso de rodillas— Si deseas algo— hablo el soberano dándole un suave beso — solo tienes que pedirlo.

Matthew le tomó la palabra. Levantando su mano acaricio los mechones de cabello negros de su amante, halándolo hasta acercar las bocas obligándolo a profundizar el beso.

—Hueles a cebolla— se quejó el rey apartándose del gatito— pero creo que me gusta que mi cena este bien condimentada.

El tigre gruño, enfurruñado se apartó del Lobo de Kim, gateando sobre las pieles trato de escapar. Mal movimiento, ya que pudo sentir la mano pesada de su rey en todo su trasero.

¡Hay! —Se dio la vuelta mostrando los colmillos de felino— eso dolió.

—Pero a mí me encanto ver mi mano pintada en ese culo tan bueno que tienes— Matthew se cruzó de brazos, levantando una ceja estaba a punto de mostrarle a ese come gatitos lo que era meterse con un tigre cabreado.

—Eres un grosero— y dejando al rey con la boca abierta por la sorpresa, comenzó a llorar con el drama propio de un niño manipulador.

De una apasionada noche de sexo desenfrenado, el poderoso soberano de Katagaria pasó tratando de tranquilizar a una pareja que actuaba rayando en la locura. La mañana lo encontró cargando a Matthew que dormía como un tronco, hasta el punto de que lo había vestido y lo había subido con él al caballo sin que hiciera algo más que revolverse y acomodarse contra su pecho. Una suerte que Taerae hubiera apartado frutas y agua fresca para cuando el tigre despertara, porque él no tenía cabeza para nada más.

—Taerae—llamo el rey al cuidador de su pareja—, este haragán ya se está despertando, trae algo para alimentarlo.

Dándole rienda al caballo, el cuidador cabalgo hasta quedar junto a la pareja— Dele esto— le alcanzó una manzana al rey— la comida muy pesada en el desayuno lo pone mal.

El soberano tomo la fruta que se le ofrecía, mientras observaba extrañado como Matthew se estiraba en su regazo sin el menor asomo de pena al golpearlo con los codos. Por lo general el muchacho era de desayunos fuertes, donde hubiera mucha carne de por medio.

El espíritu guardián de Jiwoong le exigía que viera algo, pero lo único que notaba era como su gatito se volvía más mimoso y lindo conforme pasaban los días.

—Buenos días— saludo Matthew después de comerse seis manzanas.

—Buenos días para ti también— sonrió el rey, enviando al diablo todas sus quejas por las molestias que le causaban los cambios de humor del tigre. En los últimos dos días había pasado por todo un infierno, el gatito se ponía caliente, él se ponía duro, y cuando las cosas prometían ponerse interesantes, el chico comenzaba a llorar por la menor nimiedad. Resultado final, el rey pasaba toda la noche convenciéndolo de que todo estaba bien, hasta tuvo que cantarle, en más de una ocasión, una canción de cuna para lograr dormirlo.

—Quiero un beso— exigió Matthew sin importarle las risas de los soldados al ver como ese peli plata traía al feroz guerrero en la palma de la mano.

—Aquí no—, sentencio el rey con toda la intención de ser firme— ponerse cariñoso sobre un caballo no es algo muy inteligente.

—Ya no me quieres— gimió Matthew. Enderezándose se cruzó de manos evitando tocar el pecho de su señor.

—Yo sí te quiero— respondió el rey apretando su agarre alrededor de la cintura delgada mientras con la otra mano sostenía las riendas del caballo.

—Mientes—, susurro el felino— mientes y no importa—. Antes de que su majestad pudiera decir algo en su defensa, Matthew se soltó de su brazo, saltando al camino convoco su forma animal y corrió entre los árboles.

Los soldados de la columna hicieron lo más inteligente que personas que deseaban seguir viviendo podían hacer, y eso era fingir que no veían lo que estaba sucediendo.

—Voy a zurrar ese trasero respingón hasta que me arda la mano— gruño el rey mientras apuraba al caballo para ir en persecución del furioso felino. Al ser pareja, solo tenía que concentrarse en la conexión que tenían para encontrarlo. Saliendo del camino salto unos troncos caídos, una suerte que su caballo estuviera acostumbrado a las contumerias de la vida del soldado, así que no protesto por la exigencia extra.

Unas cuantas vueltas y encontró lo que buscaba, un joven totalmente desnudo jugando con agua dentro del rio que recorría el bosque. El cabello plateado se pegaba a una espalda esbelta que terminaba en la curva redondeada de un culo apetitoso.

¿Se puede saber— reprocho el rey— por qué te comportas como un mocoso malcriado?

Matthew se volvió para encarar al hombre, el agua cristalina le llegaba hasta los muslos, dejando ver un sexo rosado que estaba apuntando al cielo. El dorso delgado y unas titillas tan duras como dos piedrillas, el largo cabello caía como un manto hecho con luz de luna. Los ojos azules ardían con tanto fuego que Jiwoong estaba seguro que se quemaría si los miraba durante más tiempo.

—Necesito a mi señor— la voz era sedosa, Jiwoong estaba seguro que por criaturas como su tigre es que se inventaban historias de seductores demonios que hacían perderse a los hombres entre las aguas de los ríos. Del niño mimado que lloraba en las noches, en ese

momento no quedaba nada, ahora el rey tenía ante sí un hombre que necesitaba el amor de un pene entre las piernas.

Bajando del caballo, Jiwoong puso ambos pies sobre la suave hierba de la ribera del río. Sin decir palabra se quitó la capa, luego la espada, la camisa cayó sobre una gran piedra, las botas y por último el pantalón le hizo compañía. El soberano de Katagaria le iba a enseñar a su pareja un par de cosas sobre lo que pasa cuando se tienta a un hombre hasta el límite de su cordura.

Matthew sonrió con suficiencia, su compañero le había demostrado que era digno de tener descendencia. El hombre era un lobo capaz de defender a una pareja y a sus cachorros, un hombre así se merecía el reproducirse. La mirada de Matthew era la de un tigre al acecho, para su parte animal las explicaciones estaban de sobra, pero la parte humana necesitaba escuchar las palabras.

El hombre más alto, ahora tan desnudo como las mismas rocas del río, se metió dentro del agua, caminando en busca de su pareja. Las manos grandes se encontraron con las caderas estrechas, los luminosos ojos azules buscaron la mirada oscura de su amor.

—Estas un poco rellenito aquí— rozo con su mano la ligera redondez del vientre—, tantas manzanas te están haciendo efecto.

Matthew abrió la boca y la volvió a cerrar, no podía creer lo estúpido que podía ser su compañero. Empujando el pecho amplio, se frustro más al no poderlo mover ni un poco — Eres un idiota— le importo una mierda que estuviera hablando con su rey— ¡Yo no estoy gordo!

En respuesta el rey rodeo con sus brazos la esbelta figura impidiéndole escapar — ¡Te amo! — escucho Matthew justo antes de que una boca hambrienta devorara la suya.

El más joven abrió la boca permitiendo dócilmente que su señor lo invadiera con una lengua que no tuvo reparo en llegar hasta su garganta. Las manos recorrían la espalda de arriba abajo sin llegar a la redondez del culo y Matthew se aferró de los amplios hombros para no dejarse caer al agua.

—Se mío, pequeño tigre—susurro contra el cuello que lamia goloso— pero sé mío porque tu corazón lo quiere, no porque estés obligado.

El chico gemía al sentir el cuerpo musculoso de su señor y las palabras dulces que eran dichas entre beso y beso— Yo soy...— lucho por formar la frase— Soy suyo porque así lo quiero.

El rey dio un paso atrás, apartándose del chico que le miraba con ojos soñadores— Lo que te voy a decir tómalo como un voto tan sagrado como el que pronunciaré ante todo el reino, reconociéndote como mi príncipe consorte.

—Yo...— jadeo sin atreverse a creerse lo que escuchaba— yo no puedo, yo soy solo su...

Unos dedos callosos se posaron sobre sus labios temblorosos— No termines de decirlo. Sé que he sido el más grande idiota al dudar de ti, mi pequeño. Si no fuera por Taerae y su terca cabeza posiblemente ahora Choi hubiera acabado contigo.

El destino que tenía la luna | MattwoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora