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¡Deténganse allí! — rugió uno de los guardias vestidos con el uniforme propio de los que le servían en la frontera del sur.

El rey lo único que hizo para responder a semejante impertinencia, fue quitarse la capucha de la capa, dejando al descubierto su muy cabreado rostro.

¡Su majestad! — Fue lo último que logro decir justo antes de que su cabeza fuera separada del cuerpo por el filo de la espada del furioso soberano.

Los otros soldados al ver que la diferencia numérica no jugaba a su favor, dieron marcha atrás buscando escapar. Entre Jiwoong y sus acompañantes le dieron punto y final a la reyerta.

Bajo circunstancias normales quizás el alboroto en el pasillo hubiera alertado a los custodios del salón del trono, pero lo alto de la música y los gritos excitados de los celebrantes causo que todo aquello pasara desapercibido.

Los ojos del lobo de Kim eran los de un animal que defendía a su familia, los hombres que estaban tras la pesada puerta no tenían ninguna idea de lo que les esperaba.

(...)

Matthew estaba cuidando la retaguardia de su compañero. Taerae y él estaban junto a los guardias que evitaban que soldados nuevos entraran al castillo, el lugar debía de ser tomado con el mínimo de bajas.

El enorme tigre rugía desviando la atención para que los que no estaban informados de lo que pasaba, no intentaran subir hasta la sala del trono. El cachorro que tenía en el vientre lo estaba pateando como si fuera por lo menos una docena de chicos los que cargaba dentro; esta demás decir que eso lo estaba cabreando. Mala suerte para él que intente acercarse.

El ruido digno de una batalla en el infierno, se escuchó por entre las paredes del castillo. La gran cabeza peluda del tigre dejo de mantener a raya a los descolocados soldados que no sabían si atacar a la pareja del difunto rey o correr por sus vidas. Una vez que el enorme gato entendió lo que esto implicaba, dio media vuelta y abandono la batalla que estaba a punto de iniciarse en la entrada, para buscar a su majestad.

Dos hombres tan grandes como torres, vestidos con el uniforme propio de los soldados de Jung que vigilaban la frontera sur, se plantaron en la parte alta de la escalera, dispuestos a enfrentar al furioso tigre que mostraba los dientes.

Matthew para ese momento ya no tenía el más mínimo interés por ser civilizado. La pequeña carga que ocultaba en su vientre se revolvía como si pidiera la cabeza de quién lo separaba de su padre. Sin importarle el tamaño de las espadas que esos tipos blandían, se arrojó sobre ellos dejándose llevar por el instinto de defender a su familia.

Los grandes soldados no tomaron en cuenta que un animal defendiendo su territorio era letal. El golpe de la espada dio en el aire, una garra filosa prácticamente arranco la garganta de uno de los hombres, mientras el otro rodaba escalera abajo rompiéndose el cuello.

El rugido del tigre hizo eco en cada piedra, la sangre machaba el piso bajo él y gotas rojas formaban pequeñas manchas rojas en el pelaje blanco con suaves rayas grises.

Jiwoong no tenía que ser adivino para saber quién era capaz de causar tanto escándalo, ese no podía ser otro más que su pequeña, terca, malcriada y preñada pareja—. ¡Voy a zurrar ese culo! — Grito el rey justo antes de decapitar al idiota de turno.

Gunwook estaba llegando a punta de espada hasta las puertas del salón del trono—. Taerae también está aquí— explico el rubio dándole la espalda al rey para juntos cuidarse la retaguardia.

—Ese mocoso será mi muerte— gimió Jiwoong sin dejar de luchar— Casi tengo miedo de que nazca mi heredero.

Gunwook salto evitando una patada de su oponente, un maldito soldado delgado que era tan ágil como una serpiente ponzoñosa. Una vez le quito el problema de seguir vivo, logro responder a su rey— Siendo tu hijo y con el chico que te lo está engendrando— no pudo evitar reír a pesar de la situación— debes de tener miedo.

El destino que tenía la luna | MattwoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora