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Matthew estaba contento. Mirándose en el espejo de cuerpo entero logro observar el resultado final de su ardua labor frente al espejo. El cabello plateado lo había atado en una gruesa trenza entretejida con cuentas de perlas blancas, una túnica color azul cielo, confecciona con delicada seda, trasparentaba la esbeltez de su cuerpo.

Desde hacía un mes había llegado al palacio y su rey lo había tomado tantas y de tan dulces maneras que su cuerpo entero vibraba de vida. Su piel tenía un brillo sano, sus ojos azules eran como dos luceros y una sonrisa amplia adornaba su rostro de finas facciones.

El ruido de alguien acercándose a la puerta de entrada de las habitaciones reales le aviso que su soberano llegaba por él. Con cuidado se colocó una túnica de tela verde sobre la más delgada que ya tenía puesta. Adornada con finos bordados de oro se veía regio, con un cinturón dorado ciño su delgada cintura para que su rey le mirara hermoso.

— ¿Ya estás listo? — Pregunto Jiwoong al abrir la puerta.

—Estoy en el dormitorio—, respondió Matthew— estoy terminando de ponerme las sandalias.

El rey no pudo resistir la tentación y se dirigió directamente hasta la puerta cerrada que estaba tras pasar el pequeño salón. Lo que vio lo hizo detenerse de golpe— ¡No puedo creer que exista alguien

tan hermoso como tú! — comento el rey apenas pudo recuperar el habla.

Matthew termino de atar la última sandalia, sus pequeños pies parecían dos perlas blancas en su estuche de oro. Sabiendo que su señor le observaba, levanto la túnica más de lo decente buscando provocar.

¡Ven acá, gatito!— ordeno el rey.

El joven se puso de pie, sus mejillas se veían sonrosadas. En la cama podía ser una fiera, pero fuera de ella era tan cándido y tímido que a Jiwoong le daba ganas de comérselo entero.

¿Para qué me quiere? — Pregunto coqueto— ¿Hay algo que mi señor desee pedirme?

El más alto sonrió, dándole un beso lento he invasivo le dejó saber cuál era su respuesta. En ocasiones dudaba acerca de quién era la presa y quién era el de predador en su relación. Solo les pedía a los dioses que su joven pareja no le fallara.

—Es hora de irnos—, anuncio Jiwoong— por más que quisiera quedarme a explorar todo lo que puedes darme, tenemos que cumplir con nuestro deberes reales.

Matthew hizo una mueca de disgusto— ¿Crees que les gustaré? — No pudo evitar sentirse inseguro.

—Ya te quieren— lo abrazó con fuerza— además, el que se atreva a mirarte de mala manera, puede considerarse un cadáver.

El tigre no pudo evitar sonreír, acomodándose mejor dentro del protector abrazo— Sé que mi señor es feroz.

El rey sabía que su pareja era muy capaz de defenderse solo, no había un alma en el castillo que no supiera que el chico tenía los colmillos largos y filosos, además que no temía usarlos. Lo que le preocupaba era que alguien rompiera su corazón, aunque el felino le rompiera el cuello después. La idea de ver una sombra de tristeza en esos cristalinos ojos azules, era más de lo que Jiwoong podía soportar. En algún momento se había enamorado sin remedio.

El joven felino siguió a su pareja caminando dos pasos tras él. Una vez traspasado el umbral de las habitaciones reales, el rey rompió el protocolo y le tomo de la mano dejando claro que no era un amante, que era su compañero de vida.

El Consejo en pleno estaba allí, esperando a la salida de las dependencias privadas. Minho como jefe, se adelantó para hacer una reverencia— ¿En calidad de qué nos presenta al joven? — hizo la pregunta ceremonial.

El destino que tenía la luna | MattwoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora