Matthew acepto ser llevado sumisamente hasta dentro de la tienda. Fuera se escuchaban las voces de los soldados, los relinchos de las bestias, y el ruido de las armas al ser afiladas.
Cualquiera que viera al feroz gatito caminando junto a las piernas de su señor, pensaría que el rey tenía todas a favor. En realidad fue así hasta que la tela que los separaba del exterior se cerró. Una vez dentro, Matthew convoco su piel humana, vestido con la falda larga blanca con la que había sido entregado a su señor por el Clan de los Hechiceros, se presentó en una pose que nada tenía que ver con la sumisión.
—Bebé—, susurro el rey dando un paso hasta donde estaba la celestial criatura. El cabello blanco, tan largo y sedoso como si fueran hilos de luna, la mirada azul brillaba con una mezcla de decepción y tristeza.
—No me llamé así, mi señor—, fueron las cortantes palabras— Yo solo soy el juguete que mantiene feliz a su espíritu guardián, soy poco más que una puta de uso exclusivo del rey, con los mismos derechos y deberes que una de ellas.
¿De qué hablas? — El ceño de Jiwoong se arrugo tratando de entender qué diablos estaba pasando con su pareja.
—Qué estos días en que he estado encerrado—, limpiándose una lágrima que ya rodaba por su mejilla, se negó a llorar— me he dado cuenta de cuál es mi posición, y la acepto. No hay nada que yo pueda hacer al respecto. Lo único que quiero que sepas es que he llorado lo suficiente y que ya no lo voy a hacer más. Me crearon para ser tu desahogo, pues eso es lo que voy a ser.
Jiwoong instintivamente se movió en busca de su pequeña pareja, el deseo de abrazarlo y protegerlo entre sus brazos era tan grande que lo abrumaba.
Matthew en respuesta halo la cinta que mantenía su falda larga en su lugar, dejando que esta callera sobre el suelo. Amaba a ese hombre, no lo podía evitar, era un estúpido sin remedio. Si ese era su destino, qué así fuera, pero el de sus hijos sería diferente, aunque la vida se le fuera en ello.
El rey tomo esto como una muda aceptación, abrazando a la pequeña figura entre sus brazos, tomo la boquita rosa que se le ofrecía como el sacrificio a un dios profano. Las manos grandes vagaron por la piel suave de la espalda hasta llegar a los redondeados globos del trasero respingón. Los labios del hombre más alto dejaron de devorar la boca para continuar mordisqueando el cuello de gacela de su amor.
Matthew olvido el dolor por el pasado, las ansias del presente y su desesperación por su futuro dentro del abrazo de su señor. Los gemidos que salían de su garganta eran clara muestra de las sensaciones que cada caricia despertaba en él. El tigre estaba perdido, lo sabía, como tenía la certeza de que su amor era tan real como las figuras que se formaban en la niebla. El rey necesitaba su cuerpo, lo demás era un estorbo a soportar.
Jiwoong levanto el cuerpo liviano, el felino enrollo las piernas alrededor de su cintura, friccionando el ansioso pene contra la tela del pantalón de su rey. El aroma del hombre estaba volviendo loco a Matthew, el cuero, el olor a metales de espada, todo se confabulada para que la naturaleza salvaje del chico halara por el cabello a Jiwoong y lo besara con un hambre digna de un perdido en el desierto.
—Calma, cachorro—, trato de tranquilizarlo, apartándose un poco para recuperar la respiración— tendrás todo lo que necesitas.
Entre la niebla que colmaba sus sentidos, Matthew escucho las palabras de su dueño, tragándose las ganas de llorar se aferró al cuerpo más grande, escondiendo su rostro sobre el hombro que sería su sostén mientras duraran los espasmos de un orgasmo.
Jiwoong confundió su silencio con obediencia. Llevando en brazos a su cachorro, lo acostó entre las pieles que le separaban del duro suelo de la tienda. Matthew desvió la vista hacia la tela oscura que les ocultaba del mundo exterior. Hasta ellos llegaba las voces apagadas de los soldados, el sonido del viento frio que obligaba a los hombres a acercarse a las fogatas diseminadas por todo el campamento.
—Te deseo—, susurro el rey mientras se desnudaba. Matthew se negó a observar como las rudas prendas de campaña eran quitadas del musculoso cuerpo del rey. Concentrándose en el movimiento de la tela al ser acariciada por el viento del exterior, trato de convencerse así mismo que todo era por el bien de su bebé. Sin el sexo periódico con su compañero se acabaría debilitando hasta morir, llevándose con él a la criatura que no tenía la culpa de nada.
Si Jiwoong noto la actitud entristecida del chico, actuó como si no lo supiera, acostándose sobre este, comenzó su camino de besos por el pecho plano. Matthew solo podía gemir, ese hombre sabía cómo tocarlo, encendiendo cada fibra de su ser. La parte de su mente que pujaba contra la cercanía del rey, se incendió cuando los dientes rosaron una de sus sensibles tetillas.
(...)
El viento frio soplaba en el campamento, meciendo suavemente la tienda de campaña, dentro los hombres se besaban. Uno con hambre buscando saciarse, el otro muerto del miedo al ver como no tenía manera de decirle que no a su amante.
Las manos grandes de Jiwoong acariciaban los muslos color crema, mientras bebía de la boquita rosa que jadeaba en busca de aire. La mente de Matthew se derritió cuando cada una de sus piernas fue separada con indecible ternura, situándose en medio el cuerpo regio de su señor.
Un camino de besos de fuego fue repartido en su pecho, llegando lentamente hasta el sexo que erguido suplicaba le pusieran atención. Jiwoong se tomó su tiempo, observando cómo su presa temblaba en anticipación. Con una sonrisa lenta se agacho hasta quedar a milímetros del pene que destilaba un constante goteo de líquido pre seminal. Soplando aire sobre la cabeza rosada, disfruto del espasmo que recorrió el delicado cuerpo.
Matthew se abrió como una flor, cuando la glotona boca del Lobo de Kim devoró el sexo que estaba duro como barra de acero. Un dedo exigente jugó con la tierna entrada, causando que el chico gimiera deseoso.
—Eres tan hermoso— susurro Jiwoong dándole un pequeño beso en la punta del pene que se derretía en líquido salado.
Matthew quiso creer con todas las fuerzas de su corazón que ese enérgico hombre al menos le miraba con verdadero deseo, que no era la manera de mantener controlado al espíritu guardián del lobo. Dejando escapar un suave ronroneo le permitió saber lo placentero que le era que su rey le hubiera metido ya cuatro gruesos dedos en su íntima entrada.
Las suaves pieles acariciaban la espalda del joven amante, mientras su dueño y señor se introducía lentamente dentro de su cuerpo apretado. Matthew envolvió sus estilizadas piernas alrededor de la cintura del hombre que le enterraba el grueso pene hasta las bolas. La deliciosa quemazón lo hizo arquear la espalda, alargando las garras en sus finos dedos, las enterró en las espalda ancha de su torturador.
Jiwoong estaba fuera de sí, tantos días sin entrar en su casa y ahora era de nuevo todo suyo. Entró y salió suavemente las primeras cuatro veces, pero cuando sintió las gotas de sangre recorrer su espalda, supo que su tigre quería algo más que mimos dulces.
El rugido del tigre se escuchó en todo el campamento, haciendo que los hombres se pusieran de pie. Los más jóvenes hicieron ademán de tomar sus armas, pero un viejo zorro simplemente dejó salir una carcajada— Nuestro rey le está enterrando la bandera de la victoria a
su amante— hablo fuerte para que todos lo escucharan— Al menos dejen al chico disfrutar de ser vencido.
Los otros hombres del campamento siguieron en lo suyo, solo Taerae miraba la tienda de campaña rezando a cualquier deidad que escuchara a putos retirados, todo sea para que su amigo fuera feliz.
—Vamos, chico— le llamo el viejo soldado que antes había hablado— Tú amigo estará bien, está justo donde quiere estar.
Taerae realmente deseaba que eso fuera así, que el tigre estuviera bien. Dándose la vuelta se dirigió a donde estaban los otros hombres alrededor del fuego.
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El destino que tenía la luna | Mattwoong
FanfictionEl rey y el hijo de la luna son pareja, uno es un lobo de carácter fuerte y el otro un lindo gatito de apariencia pero es en realidad un rebelde