El Encantamiento Homorphus
Dora Potter estaba en el borde de la propiedad para recibir a su hijo y a su esposo. Charlus, antes de notarlo, tenía su cara atrapada entre las palmas de su esposa, y gigantescos besos comenzaron a esparcirse por sus mejillas y frente, mientras ella lo recibía desesperadamente, como si quisiera comprobar que cada poro de su piel había sido besado. James, rápidamente, se alejó antes de que su madre pudiera repetir el proceso con él, dejando a su padre soportar las consecuencias del pánico de Dora.
Dumbledore, fiel a su palabra, sacudió su varita y transformó el patio de los Potter en una pequeña ceremonia de celebración. Cervezas de mantequilla e hidromiel para los adultos, además de una gran variedad de comida que apareció en las mesas de picnic, iluminadas por bonitas luces flotantes.
-Los elfos domésticos hicieron la comida, por supuesto -susurró Ted Tonks, sonriente, en el oído de James. Sostenía una copa de hidromiel en su mano- La Ley de Gamp, como sabrás.
James se sentó alejado de la fiesta, en un viejo columpio que su padre había colgado en un árbol en el rincón más alejado del patio, en un momento de tiempo de calidad padre e hijo que compartieron con la familia Parish, un par de años atrás. James a penas lo usaba, por supuesto, dado que no era tan emocionante pretender volar una vez que ya habías volado de verdad. Dejó que lo meciera gentilmente, adelante y atrás, mientras observaba a los felices miembros de la Resistencia, celebrando, con Sirius acostado en el césped, a sus pies.
-Lo lamento – susurró James.
Sirius levantó la cabeza para mirarlo, moviendo sus orejas de perro tan rápido que rebotaron.
James miraba a sus pies, la punta de sus deportivos arrastrando la tierra.
-Gran ayuda la que presté hoy. Si no fuese por ti y papá, sería un cadáver -suspiró, sacudiendo su cabeza- No soy un muy buen mago, me temo.
Sirius se levantó y se acercó para dejar una de sus patas en la rodilla de James.
-No lo soy – dijo James, aún discutiendo, a pesar de que realmente no lo habían contradicho. Una gruesa lágrima corrió por su cachete- Ni siquiera sé cómo ayudarte y nunca pienso en sacar mi varita, es como si olvidara que soy un mago. Soy prácticamente un squib.
Sirius puso su barbilla en la rodilla de James, con un quejido perruno y un profundo suspiro.
James se limpió las lágrimas con el puño, sintiéndose frustrado.
-Desearía que pudieras hablar. Te extraño.
Una sombra los oscureció, y James levantó la mirada, aún limpiando sus ojos, para poder ver la silueta de Dumbledore a contra luz, de espaldas a la fiesta. Dumbledore sostenía un vaso de cerveza de mantequilla con crema de vainilla por encima, y un sorbete púrpura atravesando la crema. Se lo ofreció a James.
-Pensé que te gustaría una bebida -dijo- Te ves decaído.
-Gracias, señor -dijo James, sintiéndose desganado mientras aceptaba la bebida.
Dumbledore sonrió y sacudió su varita, apareciendo una bandeja llena de trozos de carne. Guiñó un ojo y la dejó en el suelo frente al gran y peludo perro.
-Y para ti, Hocicos -dijo- Me disculpo por que no sean galletas, pero creo que esto lo encontrarás más emocionante al final.
Sirius movió su cola y rápidamente se sentó a devorarse el bocadillo que le ofrecieron, soltando estruendosos sonidos al masticar.
Dumbledore apareció una pequeña silla y se sentó en ella, poniéndose cómodo para ver la fiesta, justo como James lo estaba haciendo.
-Hiciste un trabajo estupendo hoy, James.
ESTÁS LEYENDO
Los Merodeadores: Segundo Año
RandomJames Potter, Sirius Black, Remus Lupin y Peter Pettigrew han culminado su primer año en Hogwarts, pero nunca hay momentos tranquilos en la vida de los Merodeadores y su segundo año promete estar cargados de tantas aventuras como el primero. Acompañ...