Montones de Ranas de Chocolate

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Montones de Ranas de Chocolate

James y Sirius estaban en la biblioteca. Madame Pince, la bibliotecaria, los observaba con recelo mientras ellos recorrían los pasillos, mirando los polvorientos tomos. No era un suceso común encontrar a ese par en la biblioteca, especialmente sin Remus, así que ella mantuvo sus ojos fijos en ellos para asegurarse de que no hicieran alguna travesura. Pero no la hicieron, por lo que, después de unos minutos, se aburrió de verlos.

-No existe tal cosa como lenguaje de lobos -dijo James, siguiendo a Sirius por las estanterías- No es como aprender italiano o francés, no hay un libro para hablar en ladrido.

-Tiene que haber un encantamiento o algo que lo haga posible -dijo Sirius.

James suspiró.

Sirius había compartido su pensamiento con James sobre cómo hablar con Remus en su forma lobuna podría ayudarlo a recordar quién era y evitar algunas heridas con las que su amigo inevitablemente volvía de la Casa de los Gritos cada mes.

-Si tan solo pudiésemos preguntarle a Madame Pince, estoy seguro que ella sabe dónde buscar un hechizo como ese -murmuró Sirius, tomando un libro sobre creaturas mágicas de un librero y pasando las páginas, esperando encontrar un capítulo sobre comunicación. El libro contenía toda clase de información, desde limpieza de los colmillos hasta la clasificación MM pero nada sobre aprender el idioma de tu mascota. Volvió a guardar el libro en la estantería.

-Ella querría saber por qué queremos hablar con un lobo -argumentó James- ¿Y que se supone que le diremos? No es como si hubiese lobos caminando por el castillo cada día.

-Bueno, de cierta forma si hay uno -dijo Sirius con una sonrisa.

-Sí, pero nosotros podemos hablar regularmente con él cuando está aquí -dijo James. Se inclinó contra un librero detrás de Sirius, sus ojos escaneando los títulos mientras Sirius sacaba otro volumen- La única manera de hablar la lengua de algún animal es siendo ese animal -dijo.

Sirius hizo una pausa.

-Espera. Dilo otra vez.

James lo miró con confusión plasmada en sus cejas.

-¿Qué?

-Di eso otra vez.

-¿Qué cosa? ¿La única manera de hablar la lengua de un animal es ser ese animal?

Sirius cerró el libro con un golpe seco.

-Eso es. Por la barba de Merlín, eso es -caminó hacia el otro lado del pasillo y salió de la sección de criaturas mágicas, desapareciendo en una esquina sin dar alguna otra explicación.

James se enderezó y caminó tras él, confundido, mirando cada pasillo entre los enormes libreros, tratando de encontrar a dónde había ido Sirius. Finalmente, lo encontró en la sección de Transformaciones.

-¿Qué fue todo eso? -Preguntó James, mirando los tomos que llenaban los estantes- ¿Ahora qué estás buscando?

-Eres brillante, James -dijo Sirius con una amplia sonrisa- Si vamos a hablar con Remus cuando es un lobo, entonces nosotros también necesitamos ser lobos... Necesitamos transformarnos.

James miró a Sirius con alarma en los ojos.

-No puedes transformar a un humano en un animal. Tienes que ser capaz de mantener tu mente y si te transformas a ti mismo, perderías tus habilidades humanas.

-Sí, eso pasaría si nos transformáramos completamente -concordó Sirius. Encontró el libro que necesitaba en lo más alto de un librero y rápidamente se subió a una mesa que se encontraba en medio del pasillo para tomarlo. James alzó sus manos para atraparlo en caso de que se cayera.

Los Merodeadores: Segundo AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora