Secretos y Conversaciones Privadas

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Secretos y Conversaciones Privadas

Los chillidos de Kreacher sonaron en la habitación cuando el putrefacto aroma de un gobstone derrotado inundó el aire. Regulus reía mientras el elfo doméstico sacudía sus cortos brazos, intentando proteger su gigantesca nariz del olor. Regulus aplaudió cuando la pequeña piedra dejó de esparcir su olor hacia el elfo.

-Gané, otra vez –dijo haciendo énfasis en las últimas dos palabras, sonriéndole al elfo- ¿Ya con esta van cuantas veces, Kreacher?

-El Amo Regulus ha ganado en Gobstones cada vez que habemos jugado –respondió Kreacher- Cada vez, y lo habemos jugado muchas, muchas veces.

Regulus sonrió.

-Correcto, soy el campeón mundial de Gobstones. ¡Un día estaré en las ligas profesionales y todos vendrán desde muy lejos a verme jugar! –se sentó en su silla regiamente, su pecho inflado como el de un pavo real.

-De muy lejos, sí, Amo Regulus, vendrán desde muy lejos –el elfo doméstico asintió, entusiasmado de complacer a su amo con aquellos halagos.

Regulus sonrió.

-¡Vuelve a poner el tablero, Kreacher!

El elfo doméstico se apresuró en poner las canicas de nuevo en sus posiciones iniciales y estuvo a punto de terminar cuando la puerta principal del Número 12 de Grimmauld Places se cerró con tanta fuerza que las paredes temblaron y la mesa sobre la cual tenían el juego instalado se sacudió tan fuerte que varias canicas rodaron del tablero hasta caer al suelo, haciéndolas soltar toda su pestilencia.

-¡Ugh! –se quejó Regulus, tapándose la nariz- ¡Huele horrible! Kreacher, has que deje de oler –ordenó.

Kreacher miró el suelo con desesperanza, luego a la abatida expresión demandante de su amo y chasqueó sus dedos para limpiar instantáneamente el desastre, inseguro de qué otra cosa podía hacer para detener el terrible hedor de los gobstones que atacaban las delicadas fosas nasales de su amo.

Se escucharon fuertes gritos del piso de abajo, amortiguados sólo por la puerta. Regulus miró a Kreacher con ojos abiertos y curiosos.

-¿Qué crees que esté pasando abajo? –le preguntó al elfo.

-Kreacher no sabe que está pasando abajo, Amo Regulus –dijo- Kreacher ha estado aquí, jugando Gobstones con el Amo Regulus y no ha estado abajo para saber.

Regulus no pareció satisfecho con la respuesta, frunció el entrecejo y se levantó, dirigiéndose hacia la puerta, abriéndola y escabulléndose hasta la base de las escaleras. Miró a través de las barandillas del escalón hacia el piso de abajo, donde su padre, Orión, se encontraba en el umbral de la puerta, con la capucha de su túnica caída y mojado con el rocío de la tarde. Walburga sacudía el sucio de su túnica con sus palmas y lo secaba con su varita, pero él no se veía feliz en lo absoluto, sino todo lo contrario.

Kreacher apareció a un lado de Regulus en la escalera, agachándose.

-...lo tenía, justo ahí en el sitio... ¡El Señor Tenebroso querrá mi cabeza por esto! –La voz de Orión era una mezcla entre miedo y vibrante temor- Ya verás que tengo razón, Walburga.

-Esto no es del todo tu culpa –respondió ella- Habían otros ahí y ellos son responsables por el escape de ese traidor a la sangre tanto como tú.

-Era mi trabajo –replicó Orión- Yo fui asignado para asegurarme de sacarle tanta información como nos fuese posible y luego matarlo, pero en cambio... -soltó estruendosas carcajadas- En cambio, él simplemente se va y no tenemos información o cadáver que enseñarle al Lord. Temo que sea mi propio cadáver el que sustituya el suyo –murmuró Orión.

Los Merodeadores: Segundo AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora