La Bruja Con Una Joroba

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La Bruja Con Una Joroba

James fue directo a la cama cuando volvieron al dormitorio. Colocó sus sábanas por encima de su cabeza sin molestarse en ponerse su pijama y cubrió sus orejas con su almohada, sin intenciones de escuchar a los Gryffindors en la sala común celebrando por su nuevo equipo de Quidditch. Llevó sus rodillas hasta su pecho, sintiéndose miserable.

-No sé por qué estás tan molesto –comentó Sirius más tarde esa noche, cuando volvió al dormitorio con Remus y Peter. Le quitó las sabanas a James y lo encontró mirando a la esquina de la habitación sin ver realmente, con los ojos rojos como si hubiese estado llorando- ¡Entraste al equipo!

-Sí. Como un Cazador –dijo James con enojo.

Sirius rodó los ojos.

-Pero, James, tú entraste al equipo. Yo ni siquiera logré eso, ¿Cómo crees que me siento?

James no respondió.

Sirius suspiró. Era evidente que no habría manera de hablar con él y se rindió, dándolo por perdido y se preparó para dormir, dejando a James sólo con su miseria injustificada.

Pero James no pudo dormir. Miró casi sin parpadear sus gafas sobre su mesita de noche y el reflejo de la luna en su vaso de agua hasta que pudo escuchar los ronquidos de sus compañeros. En ese momento se sentó y abrió el gabinete de su mesita de noche para encontrar la snitch que Sirius había robado de los casilleros el año anterior. Recordó la noche en que la llevó al dormitorio y como él, James, había dado saltos por todo el dormitorio hasta que fue Peter quien tomó la maldita snitch. Esa fue una señal, pensó él, de que no estaba hecho para ser Buscador.

Enojado, lanzó la snitch de vuelta a su lugar en la mesita de noche, cerrando el gabinete tan fuerte que una de las pequeñas alas de la bola se atoró y quedó por fuera del gabinete. James tomó su capa de invisibilidad y salió del dormitorio. Caminó por los oscuros corredores de Hogwarts hasta la lechucería, donde encontró a Bubo y garabateó una carta para Charlus. Era mejor sacar todo de su pecho en ese momento, supuso él, y decirle a Charlus que le había fallado en su sueño de que su hijo se convirtiera en el Buscador del equipo de Quidditch. Leyó lo que había escrito en la nota con tristeza y finalmente la ató a la pata de Bubo.

-Toma. Se tú quien entregue las malas noticas.

Bubo se alejó volando y James observó hasta que la lechuza no era más que un punto negro por encima de los árboles.

Los pasillos estaban oscuros y melancólicos, como James se sentía mientras caminaba por ellos, a penas preocupándose por Filch o la señora Norris. No estaba lejos del agujero del retrato cuando escuchó un sonido extraño que lo hizo esconderse detrás de una gran estatua de una bruja con una joroba. Se quedó ahí sin moverse, sus manos sobre la espalda de la estatua, escuchando con cuidado.

El sonido había sido un llanto. Alguien estaba llorando. Y bastante fuerte, de hecho, el tipo de llanto que hace que te duela el abdomen y lastima tu garganta. James dudó en moverse, preguntándose si debía ir hacia la persona y asegurarse de que estuviese bien. Estuvo a punto de hacerlo cuando escucho el chirrido de una puerta abrirse al otro lado del pasillo y el sonido de los pasos arrastrados de Filch hizo eco en todo el piso.

James se escondió aún más detrás de la estatua en el momento en que el velador pasó frente a él, caminando más rápido cuando escuchó el llanto.

-¿Qué significa todo esto? –escuchó James que preguntaba Filch, agitado- ¡Estudiantes fuera de la cama!

-No soy una estudiante –habló la severa voz de Chriselda Blythe, la nueva profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras- Soy una profesora.

Los Merodeadores: Segundo AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora