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POV JENNIE.

Lo observaba todo desde el límite del césped, donde estaban reunidos los invitados.

La novia, una de mis mejores amigas, sonreía como si su equipo favorito acabara de ganar. El fotógrafo corría detrás de ella y de su novia mientras la feliz pareja revoloteaba entre los grupos de invitados, disfrutando de los canapés y el champán.

Todo el mundo se prodigaba en sonrisas, besos al aire y felicitaciones.

Todos menos yo, que odiaba las bodas.

En ellas, todo se reducía a conversaciones triviales.

A algunas personas se les daba bien hablar del clima, del torneo de Wimbledon o de lo que fuera, pero a mí no.

Si a eso le añadíamos los vinos malos, la comida fría y los discursos demasiado largos, podía considerarse que las bodas eran mi versión personal del infierno.

Y eso había sido antes de que me enterara de aquella bomba, que pronto explotaría.

Debía haber estado en Londres.

Trabajando.

Organizando.

Ideando estrategias.

Templando los nervios.

En lugar de eso, escuchaba aquel tictac, impotente, para detener la explosión que se iba a producir.

Miré el teléfono.

Chaewon debía llamarme a las cuatro para informarme de los detalles de un artículo de última hora que el Sunday Mercury tenía previsto publicar sobre mí al día siguiente; aunque ese tipo de cosas normalmente no me preocupaban, dada mi relación actual con la junta directiva, no podía permitirme ignorar ni siquiera eso.

Tres y cincuenta y ocho.

Faltaban dos minutos.

Tictac, tic...

El móvil vibró en mi mano.

Bueno, al menos era puntual.

Me acerqué a los árboles y acepté la llamada.

-Dime...

-Tienen unas fotos tuyas con Yuna Wang. ¿No es la mujer de Jackson Wang?.-preguntó.

La noticia se me atascó en la garganta como si me hubiera tragado un puñado de virutas de madera.

Joder, joder, joder...

Desde que había sacado a bolsa Astro Holdings, corrían rumores acerca de si me centraba en el trabajo... o en otra cosa. Y los rumores se estaban convirtiendo en gritos. El mercado bursátil no creía que pudiera trabajar y pasármelo bien a la vez. Pero yo siempre había vivido así. Tenía dos pasiones en la vida: el trabajo y la diversión, los negocios y el placer. Y siempre me había funcionado.

Hasta ese momento.

Hasta que Astro había dejado de ser solo mía.

A partir de entonces, en lugar de responder ante mí misma, tenía a los fondos de pensiones, a los inversores y a la prensa económica, por no hablar del consejo de administración, vigilando todo lo que hacía.

Al parecer, el resto del mundo no creía que se pudiera dirigir una empresa del FTSE 100 y disfrutar de la vida a la vez.

-Sí.-respondí, y me aclaré la garganta-. Soy amiga de los dos desde antes de que se casaran. Nos conocimos en la universidad.

-¿Anoche también estaba Jackson?.-preguntó.

-No.-Por supuesto que no.

Yuna había acudido a mí en busca de ayuda.

Ceo KimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora