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POV LISA.

Jennie Kim llegaba tarde.

Me levanté de la silla de su despacho, donde Chaewon me había invitado a sentarme hasta que volviera Jennie, y me acerqué a la ventana.

Solo estábamos a seis pisos de altura, así que podía ver la calle. ¿Habría salido del edificio? Consulté el reloj.

El itinerario que Chaewon me había preparado decía claramente que Jennie debía estar reunida con su director de Operaciones en ese momento.

Y yo debía estar con ella.

Pero Christine me había abandonado allí después de decirme que iba a localizar a su jefa.

Tenía claro, por los labios apretados de Chaewon y las miradas furtivas de esta a su asistente, que Jennie se había ausentado sin avisar. Pero ¿cómo podía desaparecer en pleno día la CEO de una empresa del FTSE 100? ¿Qué razón podía tener para no decirle a su asistente adónde iba? Solo se me ocurrían tres motivos.

Había tenido que hacerse una colonoscopia.

Había ido de putas.

La había atropellado un autobús.

Di un respingo cuando la puerta se abrió a mi espalda y entró Jennie, más guapa incluso que el sábado, si eso era posible.

El pulso me retumbó en la nuca y me di cuenta de que prefería no mirarla a los ojos por si se daba cuenta de que la estaba recordando desnuda y moviéndose sobre mí.

Estaba allí para hacer mi trabajo, no para fantasear con personas con buenos trajes.

Ahora trabajaba el Post, no en Rallegra.

—Lalisa.—me saludó—. Siento haberte hecho esperar. —Su asistente entró detrás de ella, aunque la despidió con unas palabras antes de quitarse la chaqueta y sentarse detrás del escritorio.

Sonreí a la pared que tenía detrás, como si temiera convertirme en piedra si la miraba a los ojos.

—Pongámonos manos a la obra.—sugirió cuando tomé asiento frente a su escritorio.

Jennie parecía una mujer un poco diferente a la que había conocido el sábado. Tal vez adoptara otra actitud en el trabajo, pero algo me decía que la mujer fría, segura de sí misma y ligeramente arrogante con la que me había acostado en la boda era la verdadera Jennie. La mujer que tenía delante, con el cabello despeinado como si se hubiera pasado las manos por él varias vece, no encajaba con ella.

Me miró y soltó un suspiro.

—Dime, ¿esto es una coincidencia? .—Hizo una pausa como si estuviera esperando a que yo dijera algo—. ¿O no lo es? .—añadió, entrecerrando un poco los ojos.

¿Qué significaba eso?

—Jennie, no nos conocemos bien, pero por la poca experiencia que tengo, eres bastante directa. —Quizás solo era directa con las mujeres con las que intentaba acostarse—. ¿Qué intentas decir?

—¿Hago muy mal en preguntarte si sabías que me ibas a entrevistar cuando nos conocimos en la boda?

¿Creía que me había acostado con ella para conseguir una historia? Se me revolvieron las entrañas ante la idea.

Admitía que era ambiciosa y que estaba deseando probarme a mí misma, pero había un límite.

—No.—aclaré—. Yo no soy así.

Soltó el aire y cerró los ojos muy despacio, como si se sintiera aliviada.

—Siento haber preguntado. Últimamente sospecho bastante de la gente, y me ha parecido una coincidencia demasiado grande.

Ceo KimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora