Epílogo

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POV LISA.
Seis semanas después

Al entrar, cogí los platos grandes de uno de los armarios de la cocina de Jennie.

—¿Has pedido algo? .—preguntó.

—Sí. Tenía hambre. ¿Te importa?

—No. Me habría sorprendido más que
dijeras que no te apetecía cenar esta noche.

—¿Cómo va la investigación? .—pregunté.

Jennie había renunciado a un puesto remunerado, pero trabajaba todos los días diez horas diarias. Estaba recabando información antes de llevar a cabo su próximo movimiento.

—Bien. Hoy he concertado algunas reuniones. Por suerte, tengo muchos contactos indirectos en sanidad.

—Me gusta la idea de que fusionéis vuestras habilidades.—dije. Jennie había decidido que podía facilitar el acceso a la atención sanitaria de las economías emergentes mediante seguros médicos, algunos de los cuales podían financiarse a través de fuentes filantrópicas. Parecía complicado, y me había asegurado que lo era. Pero cuando hablaba de ello lo hacía con pasión, y eso era lo único que me importaba. Era como si una parte de ella que nunca había visto antes se hubiera iluminado desde que había empezado a trabajar en sus ideas.

—No sé si funcionará. Hay otras personas que han intentado hacer cosas similares, pero…

—Ellos no son tú.—dije; la agarré de la camisa y le robé un beso. Podía pasarme la vida besando a Jennie. Habíamos tenido que poner reglas para cuando nos levantábamos de la cama por la mañana porque era demasiado fácil que nos quedáramos desnudas y tan contentas bajo las sábanas durante todo el día.

—Gracias por el voto de confianza. ¿Abro una botella? .—preguntó, dirigiéndose ya a la neverita.

Sacó una botella.

—Qué elegante.—comenté.

—Champán. Combina con todo. —Buscó las copas y abrió la botella mientras yo cogía servilletas y cubiertos.

—En este momento, ¿no te parece como si estuviéramos de vacaciones perpetuas? .—dije.

Había rechazado el puesto a tiempo completo en el Post, pero Bernie me había dicho que le interesaba cualquier cosa que escribiera por mi cuenta. Así podía mantenerme hasta que tuviéramos listo el libro. Cuando por fin había decidido lo que quería, todo encontró su lugar: trabajo, pasión, amor…

—En algún momento tengo que volver a Hampstead. —No había pasado ni una noche allí desde que había hecho el viaje a Norfolk. Jennie y yo nos habíamos vuelto inseparables y, hasta el momento, todo fluía entre nosotras.

—¿Quién lo dice?

—¿Quién dice qué? .—pregunté.

—Que tienes que volver a Hampstead.

Enderecé los tenedores y levanté la vista.

—Vivo allí, tonta.

—Técnicamente sí, pero no tienes que volver.—dijo, sirviendo el champán—. ¿Por qué no te mudas aquí?

Jennie Kim ya era la mejor novia que una chica podía desear.

No le quedaba nada que demostrar.

—Han pasado ya seis semanas, Nini.

—No me importa. Lo que siento no va a cambiar. ¿Para qué esperar? De todos modos, estás viviendo aquí en todos los sentidos prácticos.

Eran las conversaciones como esa las que me habían hecho darme cuenta de por qué Jennie había nacido para los negocios.

Ceo KimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora