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POV LISA.

Hasta ese momento, las reuniones editoriales del Post me habían provocado malestar en el estómago.

Mis compañeros se turnaban para poner a Bernie al día sobre lo que estaban haciendo o para proponerle nuevas ideas.

En todas las reuniones semanales que habíamos celebrado desde mis comienzos, no había tenido nada que decir.

Pero ese día era diferente.

Todos tomamos asiento en la gran sala de reuniones acristalada, donde Joan ya estaba sentada, con el portátil abierto, lista para tomar notas. Bernie entró con los papeles bajo el brazo y las gafas de leer en la punta de la nariz. Se dio por iniciada la reunión antes de que llegara a sentarse a la cabecera de la mesa.

—Annabel, empieza tú. ¿Cómo vas con la investigación de la comisión de competencia en los supermercados?

Annabel nos puso a todos al día.

La reunión no estaba pensada para intimidar, pero lo hacía. Todos los periodistas de la sala tenían experiencia en el trabajo de mis sueños; yo me sentía como una intrusa, la hermanita pobre.

Alguien cuya experiencia periodística se limitaba a reseñar cremas faciales y champú en seco.

Después de Annabel, le llegó el turno a Craig. Craig tenía unos cuarenta años y era el editor de negocios del periódico. Por la cantidad de nombres que soltó, parecía que no había persona en Londres a la que no conociera. Luego tomó la palabra la estrella del Post —y, por lo que pude deducir, la némesis personal de Craig—, Lauren, la editora de política. El equipo de Lauren era, con diferencia, el más numeroso y a menudo dominaba las portadas, por lo que su actualización era siempre la más larga.

Bernie le hizo muchas preguntas, algunas de las cuales aludían a conversaciones e historias que tenían nombre en clave y eran confidenciales, incluso para el resto de la plantilla.

Pero ese día, en lugar de sentirme intimidada, estaba orgullosa de trabajar en un lugar tan inspirador, en el que desvelábamos encubrimientos, dábamos forma al discurso político e informábamos a la gente de lo que ocurría en su mundo.

Era lo que siempre había querido hacer.

—Lalisa.—me dijo Bernie, volviéndose hacia mí—. ¿Cómo te va? .—Sabía que Bernie estaba siendo más blando conmigo que con los demás miembros de su equipo, pero esa vez al menos tenía una historia que contarle. El único problema era que no sabía cómo enfocarla.

—He pasado la semana con Jennie, siguiéndola de cerca e intentando ganarme su confianza.

—¿Solo estás con ella durante el horario de trabajo? .—preguntó Bernie.

¿Bernie esperaba que me mudara con ella?

—Hasta ahora sí. Pero espero que se abra un poco más, que me hable de su vida fuera del trabajo. Tal vez incluso me deje ir a alguna de sus cenas.

—Necesito que seas más agresiva y vayas a por la historia.—dijo Bernie.

Estaba de acuerdo con Bernie.

El problema era que no sabía exactamente cómo llevarlo.

—Lo comprendo. Solo quiero que pueda abrirse a mí con naturalidad.

—¿Estamos hablando de Jennie Kim? .—intervino Craig—. Porque la verdad es que la conozco.

Bernie miró a Craig por encima de las gafas.

—¿Cuánto?

—Su asistente acaba de invitarme a comer.

Eso no significaba que Craig conociera bien a Jennie. La relaciones públicas de Jennie estaba llevando a cabo una campaña para renovar su imagen y, como editor de negocios de uno de los periódicos más influyentes del país, Craig tenía que estar en la lista de Chaewon de las personas a las que Jennie debía conquistar.

Una cita para comer no significaba nada.

—¿Hay algún ángulo en particular en el que quieras que me centre cuando la vea o solo me concentro en lo que pueda desenterrar? .—preguntó Craig—. Después de esas fotos con Yuna Wang, he oído rumores de que van a acortar su mandato. Quizá pueda enterarme de si está buscando otras oportunidades.

Maldita sea.

Craig estaba tratando de robarme la historia. No podía dejar que eso sucediera, pero ¿cómo se suponía que iba a mantenerme firme contra alguien tan experimentado y bien considerado como Craig? Sabía que el corazón de Jennie estaba en su trabajo.

De eso no había duda.

Pero acallar a Craig no iba a ayudarme.

—Hemos hablado un poco sobre Yuna.—dije, estirando la verdad—. Aún no está claro si es un ángulo que valga la pena explorar. —Nadie tenía por qué saber que Jennie había cerrado la puerta a ese enfoque, echado el cerrojo y enterrado la llave en el fondo del mar.

—Tal vez Craig y tú deberíais intercambiar notas antes de que Jennie lleve a Craig a almorzar.

¿Intercambiar notas? ¿Estaba Bernie intentando que compartiera mi historia con Craig?

—Claro.—acepté, sin intención de contarle nada a Craig—. Encantada de informarte.

—Genial.—dijo Craig—. Podemos trabajar juntos. —Me dedicó una sonrisa amistosa, pero yo no era tan ingenua como para pensar que alguien como Craig había llegado a donde estaba sin ser despiadado.

Necesitaba mantener la entrevista de Jennie lejos de las sucias manos de Craig.

Más que eso, necesitaba encontrar la manera correcta de enfocar el artículo y de demostrarle a Bernie que era capaz de conseguir una gran historia yo sola.

Tenía una perspectiva única sobre Jennie.

La conocía como Craig no iba a conocerla nunca.

Tal vez podía aprovecharme de eso sin comprometer a ninguna de las dos.

Ceo KimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora