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POV LISA.

Atravesé el torno situado al final de las escaleras mecánicas en el vestíbulo de las oficinas del Post.

Ese lunes era un poco diferente al anterior. Sí, seguía mirando un escritorio vacío. Sin artículos. Pero era distinto porque era el lunes después de la noche del sábado. El lunes después de la boda de Jisoo y Rosé, después de conocer a Jennie Kim y de tener un número incalculable de orgasmos.

Pero no solo el sexo había sido estimulante.

Había sido también porque pusimos fin a la noche sin expectativas. No hubo ningún «Hasta luego», ningún «A lo mejor te llamo» o «Podemos cenar un sábado». Y me sentía genial.

Había disfrutado de sexo alucinante con una mujer increíble y eso era suficiente.

Tal vez fuera porque Jennie había sido muy intensa. Porque se había centrado en mí. Tal vez porque necesitaba un buen polvo. Fuera lo que fuese, me sentía más yo misma de lo que me había sentido en mucho tiempo.

La asistente de mi jefe, Joan, apareció a mi lado antes de que me sentara.

—Bernie quiere verte en su despacho lo antes posible.

Por lo que había podido ver hasta ese momento, «Lo antes posible» era una de las expresiones favoritas de Bernie.

—Por supuesto.—dije, encogiéndome de hombros. Cogí un bolígrafo, una libreta y el móvil, y seguí a Joan por la oficina. Pasaban unos minutos de las ocho y media y solo había un puñado de personas ante sus escritorios. Esperaba que no quisiera verme para despedirme porque me sentía muy positiva, como si esa semana fuera el comienzo de algo. Lo sentía en los huesos.

—Lalisa. Siéntate.—me invitó Bernie cuando llegué a la puerta de su moderno despacho con vistas a Regent’s Canal.

Esperaba que no me pidiera que le expusiera mis últimas ideas. En el viaje a Londres se me habían ocurrido algunas, pero nada tangible que pudiera presentar sin investigar más.

Bernie terminó de garabatear algo en los papeles que tenía delante, se los entregó a Joan y levantó la vista.

—Tengo una tarea para ti.

Estaba casi segura de haber visto fuegos artificiales explotando sobre su cabeza y a dos chicas con bikinis de lentejuelas y tocados de plumas desenrollando una pancarta de felicitación.

Por otra parte, quizá me lo hubiera imaginado.

Sabía que esa iba a ser una buena semana para mí. Había comenzado una nueva vida después de acostarme con Jennie Kim.

—Es importante.—dijo—. Y han pedido exprofeso que lo hagas tú.

El corazón se me aceleró en el pecho.

¿Había empezado ya a hacerme un nombre? Imposible.

Solo estaba cubriendo una baja por maternidad y no había publicado ni un solo artículo en solitario.

Se rascó la barbilla.

Bernie lucía la barba demasiado larga.

Si hubiera tenido veinte años menos, lo habría considerado un hipster, y si hubiera tenido veinte años más, un hippy. Pero estaba atrapado en la tierra de nadie de la mediana edad, donde la única barba aceptable era muy corta.

No sabía si Bernie se aferraba a la juventud o a la nostalgia.

—Sí, tienes razón.—dijo, aunque yo no había añadido nada —. Es extraño, ¿verdad? ¿Por qué te habrán solicitado a ti?

Ceo KimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora