POV LISA.
De pie bajo el cielo soleado, con una copa de champán en la mano, observaba a la pareja, mientras pensaba que, en realidad, no tenía nada de qué quejarme.
Si no hubiera sido porque no me gustaban las bodas.
Y, en especial, aquellas en las que las únicas personas que conocía eran las que se casaban.
Sonreí cuando Jisoo hizo reír a Rosé susurrándole algo al oído.
El fotógrafo revoloteaba a su alrededor, captando una instantánea tras otra de su alegría, de su amor. Porque si alguien se merecía esa felicidad, era Rosé. Por mi parte, estaba encantada de estar allí y de ser testigo de cómo empezaba su «felices para siempre». Pero me habría gustado no sentirme tan… incómoda.
Nada como una boda para hacer que una persona sin pareja se sienta sola.
Si todavía hubiera continuado trabajando en la revista Rallegra, habría podido dedicarme a pensar cómo sacar partido del fin de semana y convertirlo en un artículo: «Cómo sobrevivir sin pareja en una boda» o «Ligues de boda: ¿me acuesto con él o no?» habrían sido temas perfectos.
Pero estaba intentando cumplir mi sueño y convertirme en una periodista seria.
Las bodas no inspiraban el tipo de contenido que mi editor estaba buscando, a menos que me las arreglara para descubrir un filón que pudiera investigar.
Las inhumanas condiciones de trabajo en la fábrica de purpurina, tal vez, o los entresijos del mundo de los arreglos florales.
Sí, todas apuestas muy arriesgadas.
Después de haber dado el paso para trabajar por cuenta propia y poder dedicarme al periodismo más serio y profesional, había conseguido cubrir una baja por maternidad de una redactora del Post. ¡Del Post! Apenas podía creerlo.
Un par de veces incluso me había planteado llevarme una almohada al trabajo y dormir debajo de la mesa: tal era mi desesperación por aprovechar al máximo esa oportunidad.
Ni que decir tiene que escribir para el Post era muy diferente a hacerlo para Rallegra. Estaba acostumbrada a esbozar artículos optimistas sobre la mejor manera de hacer punto o sobre cómo mejorar tu vida sexual o incluso sobre la forma de mejorar tu vida sexual haciendo punto. Había tenido que cambiar de marcha de la noche a la mañana y ponerme a investigar a los principales políticos y las infracciones contra la legislación vigente por parte de la industria del aluminio. Era más emocionante de lo que parecía; me encantaba sumergirme en un tema y no pensar en otra cosa durante semanas, en lugar de revolotear entre trucos de maquillaje y reseñas de ponchos.
El problema era que, como no quería usar mis contactos y mi trayectoria se reducía a trabajos en revistas femeninas, aún no había sido capaz de encontrar una historia jugosa.
Solo había cubierto algún artículo aquí y allá, o había ayudado a otros periodistas más experimentados en sus investigaciones.
Sin embargo, estaba convencida de que pronto iba a llegar mi oportunidad para dar la campanada. De demostrar que no solo era la hija de mi madre, destinada a escribir para una columna de cotilleos.
Si conseguía impresionar a mis jefes en los tres meses siguientes, me podía poner la primera de la fila cuando se abriera una vacante permanente.
Pero el tiempo corría…
Vacié la copa de champán cuando nos hicieron pasar al interior. Al menos los asientos estaban asignados, e iba a tener a alguien con quien hablar durante la recepción. Me encantaba conocer gente nueva. Me gustaba hacer preguntas, meterme en su cabeza y averiguar qué los motivaba. No importaba quién se sentara a mi lado en la comida: cuando empezaran los discursos iba a ser capaz de escribir un libro sobre esa persona.
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Ceo Kim
FanfictionLo primero que vi de Lalisa Manoban fue su ropa interior cuando ella se tropezó con mi silla en una boda y acabó cayendo encima de mí. Aunque pude ver mucho más de ella a lo largo de esa noche. La segunda vez que coincidimos fue en mis oficinas de L...