- 14 - Último te amo -

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Muchos dirían que Etoiles era uno de los menores guerreros dentro de la isla, con mejoras en su armadura, armas increíbles, casi indestructible. Sin embargo, Etoiles no siempre era del todo invencible.

Mucho menos cuando estaba siendo atacado por varios mobs, intentando escapar de la Federación, a pesar de estar cautivo, él sabia que necesitaba salir de aquella prisión donde la Federación lo mantenía privado de su libertad. Y su que pidiera ayuda, sabia que nadie de la isla podría salvar a Etoiles debido a la complejidad de aquel camino infestado de mas de un mob chetado.

Había ocupado gran suministro, incluso había roto tres totems y usado cinco manzanas doradas. Trataba de no usar varias, pero era la complejidad de esta que sentía ya no poder más…

Esquivaba, atacaba, usaba madera y comía manzanas doradas, todo con tal de escapar de aquel callejón infestado. Saltaba, escalaba, daba certeros golpes y aún así sentía no acabar.

Pensaba que en algún momento cedería, pero justo cuando menos lo espero, los mobs dejaron de aparecer, dejaron de atacar. Y aquellos había sido solo un respiro para el francés. Suspiro con cansancio, yendo hacia donde yacía la luz después de aquel gran túnel, corrió, esperanzado de que hubiera alguien, tan siquiera mirar el exterior de aquella isla que era su hogar, quería ver a Baghera, Cellbit, Foolish, incluso a Badboy y demás compañeros, estaba ansiando incluso volver a ver a Pomme, enseñarle cada cosa que le pudiera salvar su vida en caso de que los códigos volvieran a atacar.

Pero, grande fue su sorpresa, una habitación en blanco, una sala grande donde la luz iluminaba hasta sentirse ciego por la estructura de mármol.

── Elotes ── escuchó a sus espaldas.

El mencionado sintió flaquear, incluso a pesar de tener enfrente una sala que; era visiblemente obvio, parte de la Federación, pero mas grande su sorpresa. Fue al ver al híbrido de pato a unos cuantos pasos de él.

── ¿Qua…ckity? ── había pronunciado con un hilo se voz, lleno de sorpresa y extrañeza.

El mexicano no dudo en ir a abrazar al francés que aliviado correspondió al sentir la calidez con el cual Quackity le recibía. Incluso sentirle temblar por el aguante de sus sollozos.

── ¿Qué pasa? ── pregunto preocupado el mayor al ver tan vulnerable al pato.

── Es mi culpa…

── ¿Qué? ¿De qué hablas, Quackity?

── Todo esto es mi culpa. Perdóname.

── Oh no, Quackity, esto no es tu culpa nada de esto es tu culpa.

Etoiles trataba de consolar a un Quackity autoculpandose de la situación por la cual el francés había pasado. El mas alto acuno entre sus manos el rostro sollozante del mexicano, secando y quitando los restos de lágrimas que seguían bajando por sus mejillas, beso cada una de ellas con cariño, y le sonrió asegurándole y confiándole sus palabras.

Probablemente si había sido culpa de Quackity, pero no deseaba verlo tan vulnerable si le confesaba aquello.

Quackity sonrió y río al lado del francés, incluso abrazo mas fuerte al mismo.

── En serio perdón ── escondió su rostro entre el pecho del francés ── pero ellos aún no quieren que te vayas…

── ¿Qué?

Y finalmente Etoiles había sentido un pinchazo doloso en su espalda baja. Este se aparto de Quackity, mirando la jeringa que había incrustado en su carne con un liquido que ya había sido inyectado en él.

── Quackity tú… ── no pudo formular mas, inmediatamente su cuerpo se sintió pesado, mareado, con una debilidad que jamas pensó sentir.

── Ha haha ── escucho a un lado suyo.

Cositas EtoickityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora