FLOWER| ❝Y es que entre tanto caos y destrucción; estaba ella, completamente ajena a la ambiente, con cada uno de sus pétalos resplandecientes y delicados❞
El la deudécima hora del primer día de octubre de 1989, cuarenta y tres mujeres dieron a luz...
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Camile despertó de golpe, con el corazón latiendo desbocado en su pecho. La oscuridad la envolvía, densa y sofocante, como si estuviera atrapada en una manta pesada. Su respiración era rápida y entrecortada, y cuando intentó mover sus brazos, se dio cuenta que el dolor se lo impedía.
"Qué mierda"
El pánico comenzó a tomar el control, enviando oleadas de terror a través de su cuerpo. Palpo levemente sus brazos sintiéndo un liquido espeso deslizándose mientras un olor metálico inundaba el ambiente. Un sudor frío se deslizó por su frente mientras su mente trataba desesperadamente de recordar cómo mierda había llegado allí. Lo último que recordaba era a Klaus.
La habitación estaba sumida en un silencio sepulcral, roto solo por el sonido de su propia respiración agitada. No había ninguna ventana visible, y las paredes parecían cerrarse a su alrededor, como si la oscuridad estuviera viva, apretándola, absorbiendo cualquier esperanza de escape.
—¿Hay alguien ahí? —su voz salió débil, casi un susurro.
No hubo respuesta, solo el eco de su propia voz devolviéndole el miedo que trataba de mantener a raya. Intentó agudizar sus sentidos, pero el silencio y la oscuridad la envolvían, amplificando su terror.
De repente, un ligero zumbido resonó en su cabeza, un sonido familiar que provocó que un escalofrío recorriera su columna vertebral y esta vez lo sintió más claro que nunca. No, no aquí... no ahora...Zero
—¿Te has olvidado de mí tan rápido? —La voz de Zero surgió desde las sombras, fría y sarcástica, reverberando en su mente con una claridad aterradora.
Camile tragó saliva, su cuerpo temblando, pero intentó mantenerse firme.
—¿Qué es esto, Zero? ¿Dónde me has llevado?
La risa baja de Zero resonó en sus oídos, burlona y cruel.
—Oh, Camile... realmente no deberías estar aquí, pero imagino que es un efecto secundario ¿no? Perder el control me desagrada tanto como a ti.
Camile cerró los ojos con fuerza, tratando de no dejarse llevar por el pánico. Intentó recordar la voz de Klaus, la sensación de sus brazos alrededor de ella, pero Zero estaba ahí, acechando, alimentándose de su miedo.
—¡No! Esto no es real... ¡No lo es! —gritó, luchando contra la desesperación que amenazaba con consumirla.
—¿No es real? —Zero susurró, acercándose más, como si pudiera sentir su aliento en la mejilla—. Entonces, ¿por qué sigues aquí? ¿Por qué sigues temblando, Camile? Te he dicho tantas veces que no puedes escapar de mí. ¿Cuándo lo aceptarás?
Las lágrimas comenzaron a acumularse en los ojos de Camile, y la desesperación se mezclaba con su terror.
—¡No me controlas! —gimió, aunque su voz temblaba de incertidumbre—. ¡No lo harás!
