FLOWER| ❝Y es que entre tanto caos y destrucción; estaba ella, completamente ajena a la ambiente, con cada uno de sus pétalos resplandecientes y delicados❞
El la deudécima hora del primer día de octubre de 1989, cuarenta y tres mujeres dieron a luz...
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Camile miró con tristeza el uniforme de enfermera de un color verde menta que estaba tirado en el suelo del baño frente a ella. Ya había perdido la cuenta de la cantidad de tiempo que llevaba en la tina, su mirada viajó por las cuatro paredes que la rodeaban, trató de moverse un poco y cuando lo logró ella soltó un gritito ahogado había algo malo con su cuerpo, cada musculo, tejido, hueso, dolía como si acabaran de lanzarla desde un séptimo piso.
Finalmente detuvo su mirada en uno de sus antebrazos envuelto en una sucia gasa mojada que se estaba soltando; Camile termino de desenredarla revelando en su antebrazo desnudo profundas cicatrices en diferentes direcciones que rodeaban su muñeca viajando hasta llegar muy cerca de su codo.
Ella suspiró pesadamente mientras que los recuerdos atacaban su mente. Toda la tristeza y el dolor que sentía calaba firmemente en su corazón y unas lagrimas se resbalaron por sus mejillas. Camile fue bajando su cuerpo con lentitud hasta que su cabeza quedó bajo el agua lo que le proporciono un poco de tranquilidad momentánea.
Pero una vez más un insufrible zumbido llegó hasta sus oídos, ella sacó su cabeza bruscamente del agua con esta chorreando de su cabello, abrazó sus piernas con firmeza sin tener nada más a que aferrarse e intentó calmar los lamentos que se ahogaban en su garganta y delataban fuertes sollozos. Cada fibra de su cuerpo rogaba por que se detenga sin embargo esto solo parecía animar al zumbido a aumentar en intensidad.
No podía controlarlo, nunca pudo en realidad.
-Que dramática- una voz envenenada llegó a los oídos de Camile y mágicamente el ruido había desaparecido.
En su mente la voz de la figura resonaba en rincón mientras que los más dolorosos de sus recuerdos cobraban vida dentro de ella. Todos y cada uno clamba por recibir aunque sea una cuarta parte de su atención. Se vio a si misma como la causante y víctima de todo el dolor que la rodeaba. Su brazo sangrante, el miedo, el llanto, los gritos. La muerte.
...
El azabache recorrió el pasillo encontrándose con un camino de huellas mojadas de sangre que iban desde el baño hasta la vieja habitación de Klaus, el ojiverde frunció el ceño y de inmediato volteo a ver a su hermano que estaba en su habitación dándole la espalda, cuatro rascaba su cuerpo con algo de desesperación. Algo lo molestaba. Cinco se acercó a la pieza de Klaus, tocó la puerta abierta llamando la atención del ojiverde casi de inmediato.
—¿Estas bien?— preguntó el menor.
—Hola— musitó cuatro—, si, tuve un noche larga.
—Más de una por lo que parece
—Si— respondió cortante mientras terminaba de colocarse una camiseta.
—No recordaba esas chapas— observó Cinco extrañado.
