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𝗛𝗲𝗮𝘁𝗵𝗲𝗿

-El ciberacoso es algo muy grave-decía la consejera-. Mandar un mensaje cruel a alguien por Internet, puede ser tan dañino como decírselo a la cara.

Todos estaban a lo suyo mirando sus móviles.

—Estás muy guapa—me susurró Rory quien estaba a mi lado.

Le sonreí.

Dejó un beso en mi mejilla y luego otro en mi cuello.

—Ey, para—le dije soltando una pequeña risa.

Él me miró burlón haciendo que yo lo mirara mal.

—No voy a dar nombres, pero el otro día me llamó una madre porque su hijo estaba llorando después de que unos chicos se rieran por Internet de su deformidad facial—continuó la consejera.

Miré al chico de quien lógicamente hablaba.

Muchos alumnos comenzaron a murmurar cosas mientras que él tapaba su labio.

—Por otra parte, me gustaría hablar del baile que se apróxima—continuó Blatt—. Me gustaría pediros que los disfraces sean políticamente correctos, por ejemplo, en lugar de un disfraz de enfermera sexy podríais probar el de sanitario unisex.

Yo solté una pequeña risa.

—¿Sabías que yo voy a ir disfrazada de monja?—bromeé hacia Rory.

—Creo que no es suficientemente correcto—continuó.

Solté una pequeña risa a la vez que Aisha se acercaba a donde estaba Sam.

—Oye, he pensado que podrías disfrazarte de cloruro y yo de sodio—le dijo Aisha a Sam. Ellas solían ser mejores amigas—, y cuando nos pregunten qué somos hacemos esto—tomó un bote de sal y tiró un poco al suelo.

Sam rió mientras y yo las miré confusa.

No lo entendía.

—¿Es un chiste malo que solo entendéis vosotras?—cuestionó Yasmine.

—No, el cloruro de sodio es sal común—explicó Aisha.

—Era broma, tía—respondió Yasmine frunciendo el ceño.

—Iremos de animadoras de los Lakers—hablé yo tratando de ser amable—. Aún podemos encargar otro—Sam asintió dándome la razón.

—Dicen que su talla vale para todas, pero me da que es publicidad engañosa—dijo Yasmine mirándola.

Aisha solo mostró un semblante triste y se volvió a girar.

Me sentí algo mal por ella.

[...]

—Me da pena Aisha, pero no quiero ir disfrazada de un compuesto molecular—habló Sam mientras cenábamos.

—Te entiendo—dijo mi madre—. Pero aunque no vayáis disfrazadas iguales puedes estar con ella en la fiesta.

Sam asintió.

—Me han llamado del instituto. Buscan vigilantes. Están deseperados—dijo mi padre.

—Normal, no creo que nadie quiera pasar la noche en un gimnasio maloliente—respondió mi madre.

—Sí. Tú te libras, yo he dicho que iría—dijo mi padre.

¿Qué?

Sam dejo su cubierto sobre el plato provocando que este hiciera ruido.

𝕷𝖔𝖘𝖙 𝖎𝖓 𝖙𝖍𝖊 𝖋𝖎𝖗𝖊 || 𝕽𝖔𝖇𝖇𝖞 𝕶𝖊𝖊𝖓𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora