Mientras me encontraba acostada entre los brazos de Enzo fue cuando peor me he sentido en mi vida, en varias ocasiones tuve el impulso de contarle lo ocurrido con Killian pero cuando lo miraba tan tranquilo, relajado, sereno, el impulso cesaba y no dejaba que hablase.
Tras pasar un rato abrazados sin hablar, con el silencio de compañía, sus caricias en mi brazo y las mías sobre el suyo, me miró y preguntó. -¿Te apetece cenar?
Hasta ese momento, entre los nervios y después la impresión de verle no me había percatado de la hambre que tenía.
-Sí, por favor. -exigí.
Rió y yo sonreí simplemente por la forma en que su cuerpo se sacudió debajo de mí. -Te llevaré a cenar a un restaurante que era el favorito de mi abuela. Arreglaté te espero en veinte minutos en la entrada.
-¿No tienes que reservar?
-Cierto, ahora les llamó.
-Vale, ahora nos vemos.
Antes de volver a mi habitación me dio un sonoro beso que alargue un poco más porque necesitaba sentirlo, tocarlo. Me odiaba por ello pero no podía dejar de pensar en Killian, antes cuando estabamos acostados si no pensaba en contarle lo ocurrido, comporaba a ambos y me di asco por ello.
Yo siempre había querido a Enzo, a los once años fui consciente pero el sentimiento venía de más atrás, ahora con casi diecisiete años soy consciente de que no he querido a nadie más desde los once años, no me he parado a decir "mira que guapo ese chico" porque yo solo tenía ojos para Enzo, ningún cumplido me hacía sonrojar pero si Enzo me decía cualquier cosa insignificante o hacía algún gesto ya me sonrojaba y sonreía como una niñita tonta. Y ahora apareció Killian que en menos de dos semanas ha conseguido sacarme de quicio más de una vez, ha conseguido que le besé sin pensar en las consecuencias ni en el que pasará después, ha conseguido que mi hermano se lleve bien con él cosa que ni siquiera Jordi ha conseguido del todo. Con esto no quiero decir que haya dejado de querer a Enzo pero sí es cierto que Kami podía tener razón en que Enzo era un amor de la infancia, ese primer amor que no se olvida, que se te queda grabado. Pero yo deje que me acompañase durante toda mi adolescencia hasta ahora. Quise llamarla, decirle que estaba indecisa, que no sabía que hacer, que paso dar ahora.
Odiaba cuando de un momento a otro te dabas cuenta de algo que ya te habían dicho, de lo que te habían avisado, lo odiaba porque después estaba confusa. Me sentía como en el limbo, sin saber a donde ir, paralizada.
Abrí los ojos cuando sentí que algo se cerraba cerca de mí, hasta ese momento no me había dado cuenta de que estaba apoyada contra la puerta y algunas lágrimas caían por mis mejillas por culpa de la confusión y la indecisión.
Me las seque con la manga de la sudadera y tras asearme a toda prisa, abrí el armario y escogí el conjunto más abrigado que consistía en una camiseta negra térmica, un jersey de canalé beis, unos pantalones con borreguito de color negro, unas botas también de ese color y por último el abrigo de algodón largo y blanco. Antes de salir por la puerta puse un poco de brillo sobre los labios y rímel en las pestañas.
Bajé las escaleras y me dirigí a la puerta de entrada donde Enzo ya se encontraba esperándome muy abrigado pero guapo igual. Vestía unos pantalones cargo en color beis, con un jersey beis muy claro y por encima un abrigo también del mismo color.
-¿Has vuelto a tú estilo habitual? -pregunté.
-Ya me he aburrido de los chándales Nike, de las air force y de todas esas historias. Prefiero mi estilo.
-A mi me encanta este estilo. -aseguré.
-Gracias. -abrió la puerta y dejo que yo pasase primero. -Estás preciosa, princesa.
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No basta con decir, Te quiero.
RomanceNia lleva enamorada años del mejor amigo de su hermano, Enzo. Tras volver de un viaje de tres meses Enzo ha cambiado, tanto que hasta se ha enfrentado a su mejor amigo para poder estar con ella. Pero cuando un compañero nuevo, con mirada que transpo...