Capitulo 9

38 2 0
                                    

Estábamos a principios de octubre cuando mis padres junto a los de Enzo salieron a cenar con mi abuela. Marc se fue a pasear un paseo con Lucas, y yo me quede sola, sin nada que hacer.

Había estado toda la tarde estudiando matemáticas, pero seguían sin entender nada, así que me rendí.

Como cundo era pequeña y no tenía nada que hacer, me fui a casa de Enzo, porque hoy no había ido a clase y Marc no sabía por qué.

Me abrió María, y me indico sin que yo preguntara que estaba en su cuarto.

Al entrar estaba todo oscuro, pero decidí no encender la luz del techo y encendí la del escritorio.

-Apaga la luz, mamá -se quejó con voz ronca.

-Soy Nia.

-¿Qué haces aquí? -preguntó a la vez que intentaba levantarse.

-No viniste a clase, Marc no sabía por qué, y yo me aburría en casa. -expliqué.

Asintió y tras estar bien incorporado, empezó a hacerse masajes a la cabeza.

-¿Te duele la cabeza?

-Es un resfriado, pero ya sabes que a mí me cogen fuerte.

Enzo siempre se ponía enfermo mínimo dos veces en invierno, ya era como una tradición.

-Déjame ver. -le toqué la frente y noté rápido que estaba bastante caliente. -Quítate las mantas.

-No. -protestó con voz infantil.

Estaba acostumbrada, la verdad, Enzo cuando estaba enfermo se comportaba como un niño, y no era un buen enfermo.

Fui por un paño con agua fría sin decirle nada más, y entré con cuidado, tuve suerte de que estuviese con los ojos cerrados porque así le puse rápidamente el paño frío sobre la cabeza.

-¡Nia! -exclamó. -Tengo frío.

Y se subió más las mantas.

-Enzo, para. Quítate las mantas, o te va a subir más la fiebre.

-Me da igual. -se quejó.

Suspiré.

-Enzo, por favor, quítate las mantas, ponte una chaqueta, pero quítate las mantas. -le supliqué.

Mi padre neurocirujano, y mi madre fue enfermera, pero yo sé que sería la peor médica del mundo, porque me da mucha pena ver a la gente enferma.

Suspiró y se quitó las mantas, y vi que llevaba un pijama de lana blanco, raro en é porque no le gustaba dormir abrigado.

-¿Mejor? -preguntó.

-Sí. -afirmé, me senté a su vera y le coloqué bien el paño.

Volvió a cerrar los ojos y yo me pasé horas cambiándole los paños, mientras intentaba estudiar matemáticas en su escritorio, pero sin resultados.

Sobre las once de la noche me llego un mensaje que decía.

"Vamos a quedarnos en un hotel los cinco, volvemos mañana. Besos."

No me sorprendió, al menos dos veces al año hacían cosas así. Yo llevaba horas cambiándole los paños, y me di cuenta de que desde que llegue no había comido ni bebido, por eso decidí hacerle una sopa rápida.

Cuando entre a su cuarto, vi que seguía durmiendo, así que tuve que despertarlo.

-Enzo - susurré. -Enzo, despierta.

-Um déjame dormir. -contestó y se giró haciendo que se le cayera el paño de la frente.

-Enzo, tienes que comer algo. -insistí.

No basta con decir, Te quiero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora