Capitulo 29

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Amanecí con una sonrisa y una luz cálida clávandose en mis ojos, pero sonreí y gire mi cuerpo hasta el otro lado de la cama pero estaba vacío, ni rastro de Enzo. Me erguí y me acerqué hasta la ventana de enfrente a la cama y lo vi de ganchillo junto a un hombre mayor que supe que era su abuelo.

Salí del cuarto y me asee en el mío y también cambie mi pijama por un jersey beis, un pantalón marrón y unas converse blancas. Baje las escaleras hasta llegar a la cocina donde se encontraba Mar.

-Bonjour, señorita Nia. -saludó ella sonriente.

-Bonjour, Mar. -contesté.

-¿Qué desea desayunar? -preguntó.

-Creo que voy a esperar a Enzo.

-Perfecto, él llegará en diez minutos más o menos de dar el paseo matutino.

-Genial, ¿puedo ir al porche trasero?

-Por supuesto.

Asentí y me dirigí al porche trasero desde donde se veía un inmenso jardín de espeso césped, cientos de flores bordeaban el campo y una enorme fuente decoraba el centro del patio. Me senté en uno de los sillones que estaban en el porche y observe como a lo lejos Enzo y su abuelo Adrien volvían. Sonreí cuando llegaron a las escaleras y me acerqué hasta ellos y enganché mi brazo al rededor del de el señor Adrien que me sonrió ampliamente al verme, le sentamos en su sillón en el salón, y nos pidió que nos sentásemos con él, Enzo rodeo mis hombros con su brazo al sentarnos.

-¿Cómo estás, hija? -me preguntó con voz sibilante.

-Bien, señor. ¿Y usted? -respondí.

-Bien, esperando a que Dios quiera llevarme con mi querida Helen. -noté como Enzo se tensaba.

-Abuelo... -susurró Enzo.

-Enzo, hijo, tengo derecho a decir lo que siento y lo que pienso. ¿O no?

-Claro que sí. -respondió.

-Perfecto, ¿cuándo te marchas? -me preguntó.

-Hoy, a las diez.

-No os queda mucho tiempo juntos, hijo, hoy llévala a visitar el Louvre, el Sainte Chapelle o el arco del Triunfo.

-Pero abuelo... -empezó a decir.

-A callar, mañana Nia ya se habrá ido y pasado tampoco estará, tienes tiempo para estar vigilandome como una águila a su presa. Hoy la llevarás a conocer está hermosa ciudad, y vais a empezar desayunando a lo tradicional. ¿Entendido?

-Sí.

-Brillant, Margoux leur prépare un petit déjeuner traditionnel. -le ordenó a Mar que desde hacía unos minutos nos miraba desde la cocina.

-En ce moment, monsieur. -respondió antes de volver a la cocina.

-Enzo, me ayudas a ir hasta la biblioteca, me apetece leer un rato.

-Claro. -se levantó y lo ayudo a levantarse, se perdieron por el pasillo.

Yo también me levanté y fui hasta la cocina donde Mar preparaba cestas con cruasanes, napolitanas y Beignets, como también bandejas con tostadas al estilo francés

-¿Te ayudo en algo? -pregunté.

-No hace falta, gracias.

Asentí y volví a salir al porche donde me senté de nuevo en uno de los sofás a respirar un olor de hierba mojada, flores y café que procedía de la cocina.

No basta con decir, Te quiero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora