Amanecí con una sonrisa y una luz cálida clávandose en mis ojos, pero sonreí y gire mi cuerpo hasta el otro lado de la cama pero estaba vacío, ni rastro de Enzo. Me erguí y me acerqué hasta la ventana de enfrente a la cama y lo vi de ganchillo junto a un hombre mayor que supe que era su abuelo.
Salí del cuarto y me asee en el mío y también cambie mi pijama por un jersey beis, un pantalón marrón y unas converse blancas. Baje las escaleras hasta llegar a la cocina donde se encontraba Mar.
-Bonjour, señorita Nia. -saludó ella sonriente.
-Bonjour, Mar. -contesté.
-¿Qué desea desayunar? -preguntó.
-Creo que voy a esperar a Enzo.
-Perfecto, él llegará en diez minutos más o menos de dar el paseo matutino.
-Genial, ¿puedo ir al porche trasero?
-Por supuesto.
Asentí y me dirigí al porche trasero desde donde se veía un inmenso jardín de espeso césped, cientos de flores bordeaban el campo y una enorme fuente decoraba el centro del patio. Me senté en uno de los sillones que estaban en el porche y observe como a lo lejos Enzo y su abuelo Adrien volvían. Sonreí cuando llegaron a las escaleras y me acerqué hasta ellos y enganché mi brazo al rededor del de el señor Adrien que me sonrió ampliamente al verme, le sentamos en su sillón en el salón, y nos pidió que nos sentásemos con él, Enzo rodeo mis hombros con su brazo al sentarnos.
-¿Cómo estás, hija? -me preguntó con voz sibilante.
-Bien, señor. ¿Y usted? -respondí.
-Bien, esperando a que Dios quiera llevarme con mi querida Helen. -noté como Enzo se tensaba.
-Abuelo... -susurró Enzo.
-Enzo, hijo, tengo derecho a decir lo que siento y lo que pienso. ¿O no?
-Claro que sí. -respondió.
-Perfecto, ¿cuándo te marchas? -me preguntó.
-Hoy, a las diez.
-No os queda mucho tiempo juntos, hijo, hoy llévala a visitar el Louvre, el Sainte Chapelle o el arco del Triunfo.
-Pero abuelo... -empezó a decir.
-A callar, mañana Nia ya se habrá ido y pasado tampoco estará, tienes tiempo para estar vigilandome como una águila a su presa. Hoy la llevarás a conocer está hermosa ciudad, y vais a empezar desayunando a lo tradicional. ¿Entendido?
-Sí.
-Brillant, Margoux leur prépare un petit déjeuner traditionnel. -le ordenó a Mar que desde hacía unos minutos nos miraba desde la cocina.
-En ce moment, monsieur. -respondió antes de volver a la cocina.
-Enzo, me ayudas a ir hasta la biblioteca, me apetece leer un rato.
-Claro. -se levantó y lo ayudo a levantarse, se perdieron por el pasillo.
Yo también me levanté y fui hasta la cocina donde Mar preparaba cestas con cruasanes, napolitanas y Beignets, como también bandejas con tostadas al estilo francés
-¿Te ayudo en algo? -pregunté.
-No hace falta, gracias.
Asentí y volví a salir al porche donde me senté de nuevo en uno de los sofás a respirar un olor de hierba mojada, flores y café que procedía de la cocina.
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No basta con decir, Te quiero.
RomanceNia lleva enamorada años del mejor amigo de su hermano, Enzo. Tras volver de un viaje de tres meses Enzo ha cambiado, tanto que hasta se ha enfrentado a su mejor amigo para poder estar con ella. Pero cuando un compañero nuevo, con mirada que transpo...