Fuimos a una zona apartada de la playa y cogí el hielo que en la barra nos habían dado y se lo puse sobre la mejilla mientras dudaba qué hacer con el labio.
-¿Qué paso? -le pregunté.
-Nada. -respondió Enzo.
-Ah, vale, te golpeaste a ti mismo. -dije sarcásticamente.
No contestó, ni siquiera se rio.
Yo le toqué el labio y me fije que no era herida simplemente había un poco de sangre y el resto era hinchazón. Debió de morderse haciendo lo que hiciese.
-¿Puede ir alguien por una agua y papel? -pedí.
-Claro, vamos. -dijeron los dos amigos de Enzo.
Se fueron, y Biel se sentó al lado contiguo al de Enzo, yo estaba sentada sobre la pierna de Enzo.
-Enzo, te lo repito. ¿Qué te paso? -insistí.
-No vas a parar de preguntar, hasta que lo cuente, ¿no?
-¿Qué pasa? No me conoces. -le respondí y vi una pequeña sonrisa en su rostro.
-Cierto.
Miró hacia Biel y después a mí, y entendí que me lo contaría si Biel se iba.
-Biel, puedes ir a ayudarles a los otros dos. -le sugerí.
-Claro.
Cuando estuvo lo suficiente lejos de nosotros empezó a hablar.
-Cuando nosotros llegamos, Marcos ¿te acuerdas de él? -asentí. - estaba muy borracho y al verte entrar empezó a decir guarrerías de ti, y ya quise pegarle en ese momento, pero me aguanté. Pero la noche avanzaba y seguía, fui a por otra cerveza y os vi bailando a ti y a Biel, e iba muy borracho ya porque había bebido bastante ya antes y quería ir a separaros, pero...
-¿Por qué querías separarnos? -pregunté interrumpiendo su relato.
-No lo sé Nia. Pero eso no es lo importante. Marcos se interpuso entre vosotros y me arrastró hacia donde estaba el grupo y por eso volví a querer pegarle, pero volví a controlarme, pero cuando volvisteis de nuevo a la barra volvió a decir barbaridades de ti y ya no pude más y nos peleamos, y después volvisteis a bailar y el resto ya lo sabes.
Estaba impactada, no entendía nada.
-No sé que decir, Enzo.
-No digas nada. -susurró acercándose a mi hombro al descubierto, apoyo su cabeza y susurró de nuevo. - No te merezco.
-¿Por qué dices eso? -le pregunté.
-Porque no. Tú siempre has estado para mí, igual que Marc. Y yo no puedo ni controlarme contigo, igual que el otro día.
-Pero lo del otro día, a mí no me molestó.
-A tu hermano le molestaría. -dijo alzando la cabeza de nuevo.
-No puede prohibir algo que no está a su alcance. -susurre. -No puede decidir sobre mi vida, ni sobre la tuya.
No dijo nada, pero asintió y me dio una caricia en la mejilla, pero justo en ese momento llegaron los chicos con todo y puede acabar de limpiarle la sangre y conseguí que le bajará un poco la hinchazón de la mejilla y el labio.
Para que pudieran disfrutar les dijimos a Leo y a Pablo que podían irse, y Biel prometió que me llamaría, pero que tenía que irse, que su madre empezaba a trabajar muy pronto y tenía que cuidar de su hermana.
-No pasa nada. -me levanté. -Lo he pasado muy bien, esta noche, muchas gracias.
Ambos nos abrazamos y me susurro al oído.
-Yo también lo he pasado, muy bien, esta noche, pequeña.
¿Pequeña? Me gusta.
-Que seas alto no te da derecho a decirme que soy pequeña. -dije.
-Uy perdón. -nos reímos, como llevábamos haciendo toda la noche. - Te quiero pequeña, ya nos veremos.
-Eso, ya nos veremos. -me dio un beso en la mejilla y se fue.
Yo volví a sentarme, pero en vez de en su pierna en la hamaca de al lado.
-Parece que os lleváis muy bien. -dijo Enzo pero sin mirarme a los ojos.
-Sí, tenemos bastantes cosas en común y aparte en ningún momento se me ha lanzado ni nada, lo que es un punto a su favor.
-¿Qué tenéis en común?
-Nos gustan los mismos cantantes, a él también le encanta el bádminton, y también es vegetariano. -le contesté.
-¿Es vegetariano?
-Sí.
Volvió a envolvernos un silencio incómodo con el que no me pude aguantar a levantarme de nuevo y sentarme sobre su pierna.
-¿Qué te ocurre?
-Ya te conté lo que pasó. -dijo seco y sin mirarme.
Lo cogí por la barbilla para que me mirara con sus preciosos ojos miel. -Que te pasa, a ti.
-A mí no me pasa nada -contestó e intento apartar la cara, pero yo no le deje.
-A ti sí te pasa algo, y a mí no me engañas.
Hizo una pequeña mueca y suspiró.
-Ahora no te lo voy a contar, en otro momento cuando tenga voluntad para hablar de ello.
-Vale. Pero por favor sonríe, que a mí me pone triste, verte a ti así.
-Ni se te ocurra, Nia. -dijo severo. - Nunca dejes que alguien cambie tu estado de ánimo, ni nada de ti, por como este esa persona. Prométemelo.
-Te lo prometo. -susurre.
Volvimos a quedarnos en silencio, pero esta vez no fue incómodo, las olas del mar nos acompañaban al igual que la casi inaudible música. La playa era inmensa.
En un momento puso su mano sobre mi muslo y empezó a hacer caricias con su dedo pulgar, no puedo negar que se me puso la piel de gallina y estoy seguro de que él lo noto, pero no paró.
Un rato después decidimos irnos, Enzo llamó a Belmont y poco después estábamos de camino de casa, como la otra vez se puso detrás a mi lado e igual que en la playa colocó su mano sobre mi muslo y yo puse mi mano sobre la suya.
Al día siguiente me desperté en una habitación que no era la mía, pero que conocía bien, era la de Enzo.
¿Qué hacía aquí?
Intenté recordar, pero solo recuerdo ir en el coche, con Enzo haciéndome caricias y... claro, seguro me quede dormida, pero ¿por qué no me llevo a mi casa?
Me giré, pero un brazo me rodeaba la cintura, pero al terminar de girarme vi a Enzo durmiendo plácidamente por su pelo rubio, despeinado y sin camiseta. Joder. Joder. Joder.
No lo quise despertar, así que me levanté con cuidado, cogí mis tacones que estaban tirados en el suelo y el bolso que estaba sobre la mesa del escritorio. Le escribí un papel que ponía:
"Buenos días, rubio. Gracias por traerme a tu casa, pero ¿por qué no me llevaste a la mía?
P.D.: estás muy guapo, durmiendo."
Dudé de si poner esta última frase, pero como dijo Robert Kennedy, "el que no arriesga, no gana".
Me fui a mi casa, me duché y me puse uno de mis chándales. Al coger el móvil vi varias llamadas perdidas de mis padres y de mi hermano, llamé a mi madre y le expliqué que ocurrió y no me regaño, solo dijo que ella y papá fueron a buscar a mi abuela Isabel a la estación de tren.
Sinceramente, me puse muy feliz porque yo quería con locura a mi abuela Isabel, y ella a nosotros también. Mi abuela Isabel perdió a mi abuelo Antonio muy joven por culpa de la Hepatitis A.
Decidí arreglarme mejor y me puse un conjunto que ella me había regalado de vaqueros pitillos con rotos y un top muy colorido con sandalias con un poco de tacón blancas.
Se habían llevado a Lucas, así que decidí ver la tele mientras esperaba.
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No basta con decir, Te quiero.
RomansNia lleva enamorada años del mejor amigo de su hermano, Enzo. Tras volver de un viaje de tres meses Enzo ha cambiado, tanto que hasta se ha enfrentado a su mejor amigo para poder estar con ella. Pero cuando un compañero nuevo, con mirada que transpo...