-¿Qué te ocurre? ¿Estás bien? Vamos a casa -le hablé asustada por su estado.
-No -contestó tajante. -Me vas a decir que te paso el otro día. ¿He hecho algo? ¿He dicho algo? ¿Qué ha pasado? Me he pasado la noche recordando cada maldito momento que pasamos juntos para saber si pude decir o hacer algo que te molestase, pero no encontré nada, porque ni siquiera han existido más momentos en los que fumasen delante de ti. Así que ahora me vas a decir que te ocurre.
No podía mirarle a los ojos, porque veía tristeza en ellos, veía sufrimiento, veía dolor y confusión, y todo eso era causado por mi culpa.
-Ayer estaba muy cansada -conteste.
-Sí, seguro que fue eso. ¿Acaso me ves cara de imbécil? -contestó alzando la voz.
-Enzo, no es ni el sitio ni el momento para hablar de esto.
-Vale, vale. Vamos a mi casa y me explicas que coño te pasa.
-Vale... -susurre.
Sin dedicarnos ninguna palabra más nos dirigimos a nuestro edificio, y después a su casa. Al llegar a su habitación se desplomó en su cama y yo me senté en la silla del escritorio donde meses atrás él se sentará para buscar la pulsera que aún llevaba en la mano y que toque instintivamente.
-Ya estamos en un sitio más adecuado, me puede decir, ya que es lo que te ocurre. -contestó con voz cansada cosa que aproveché.
-¿Por qué no duermes y mañana hablamos más tranquilamente?
-Estoy tranquilo.
-Estás borracho, cansado y casi no puedes hablar. Hazme caso. -le dije mientras me acercaba a su cama y me sentaba en ella.
Suspiró y contestó.- Vale, mañana hablamos, pero responde a una pregunta.
-Continúa.
-Nia, ¿hay otra persona? -preguntó.
-¿A qué te refieres?
-Hay otro tío, otra persona por la que sientas algo. -contestó de nuevo alzando un poco la voz.
-No, claro que no.
-¿Me lo prometes?
-Te lo prometo, rubio. -le juré antes de darle un beso algo casto en los labios.
-Te quiero, princesa -susurro mientras cerraba los ojos dejándose vencer por el sueño.
-Y yo Enzo. -respondí intentando contener las lágrimas que luchaban por salir.
Cuando salí de su casa, no pude contenerlas más y empezaron a deslizarse por mis mejillas con rapidez.
Me maldije por dentro por lo que me pasaba, me maldije por haber conseguido a Enzo y que ahora ya no lo quiera de la misma manera, me maldije por haber llamado a Kamilah y que me diera un golpe de realidad, me maldije por haber escuchado a Marc y darle la razón. Maldije a Enzo por su pasado y las inseguridades que causaba en mí.
Estos últimos días apenas pasaba por casa para comer y dormir, por eso el sábado bajé de nuevo con una pelota de baloncesto para intentar despejarme un poco, también me cambié de ropa por una más abrigada y de deporte.
Eran las seis y media de la tarde cuando llegue al parque y escogí la cancha más pequeña para lanzar algunos tiros libres, los minutos se me pasaron demasiado rápido igual que las horas, por eso cuando me había decidido a volver a casa me sorprendió ver el cielo con tantos colores, como también me sorprendió ver a Killian en la entrada a mi cancha con ropa demasiado formal para jugar a cualquier deporte, observándome.
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No basta con decir, Te quiero.
RomanceNia lleva enamorada años del mejor amigo de su hermano, Enzo. Tras volver de un viaje de tres meses Enzo ha cambiado, tanto que hasta se ha enfrentado a su mejor amigo para poder estar con ella. Pero cuando un compañero nuevo, con mirada que transpo...