Capítulo 34: El Heredero de Slytherin.

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Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.

Solo nos pertenecen los OC.


La Pirata de los Cielos

34: El Heredero de Slytherin (y el secreto mejor guardado de Dumbledore).

Los maestros, junto a Céline, Daphne, Tracey, Katia, Alex y Ron, ingresaron en la Sala Principal de la Cámara de los Secretos.

Snape miraba la sala interesado. Después de todo, era el director de la Casa de Slytherin. Se hallaban en el extremo de una sala muy grande, apenas iluminada. Altísimas columnas de piedra talladas con serpientes enlazadas se elevaban para sostener un techo que se perdía en la oscuridad, proyectando largas sombras negras sobre la extraña penumbra verdosa que reinaba en la estancia.

Minerva usó su Lumos y notó varios fragmentos de piedras, del tamaño de puños, usando su varita, los hizo levitar, la mitad los transformó en algo similar a ollas huecas, luego las transformó, para que fueran de vidrio y la otra mitad las incendió con una llama amarilla que lanzaba chispas plateadas, encerrando cada llama en una de las ollas y las dejó flotando estáticas, en el aire. —Mucho mejor. —Ahora, podían ver la sala en la cual estaban, con mayor claridad.

"Profesores..." —susurró Céline. — "la talla del fondo." —apuntó. Todos miraron la estatua ante ellos, algunos tuvieron que echar la cabeza hacía atrás, para poder ver el rostro gigantesco que la coronaba: era un rostro antiguo y simiesco, con una barba larga y fina que le llegaba casi hasta el final de la amplia túnica de mago, donde unos enormes pies de color gris se asentaban sobre el liso suelo. — "Detrás de esa talla, está el Basilisco".

—Salazar Slytherin —murmuró Severus admirado.

Y entre los pies de la estatua, boca abajo, vio una pequeña figura con túnica negra y el cabello de un rojo encendido. — "Ginny" —susurraron los maestros, corriendo hacia ella.

McGonagall se hincó de rodillas. — ¡Ginny! ¡No estés muerta! ¡Por favor, no estés muerta! —La mujer guardó la varita, cogió a su alumna por los hombros. Tenía la cara tan blanca y fría como el mármol, aunque los ojos estaban cerrados, así que no estaba petrificada. Pero entonces tenía que estar... — "Ginevra, por favor, despierta" —susurró la maestra sin esperanza, agitándola débilmente. La cabeza de Ginny se movió, inanimada, de un lado a otro.

Rennervate —exclamó Severus, pero nada pasó. El maestro de pociones frunció el ceño.

Entonces, desde las ropas de uno de los Aurores, salió un diario y aquel Auror cayó al suelo desmayado, mientras que rápidamente, su piel se iba poniendo más y más pálida. El diario flotó en el aire, se abrió y las paginas comenzaron a pasar rápidamente, como si el viento, estuviera empujando las hojas, solo que... no había viento en la Cámara.

—La magia en el diario, está aumentando y les está robando su energía vital a Ginevra y al Auror —advirtió Céline, quien podía verlo, gracias a su ojo draconiano. Apuntó con la pistola y tenía un hechizo de fuego y viento, en la punta de la lengua, cuando...

—No despertarán —dijo una voz suave, mientras que las hojas eran arrancadas con delicadeza, por una mano invisible y giraban junto a Ginny y McGonagall, quien cargó a su alumna y retrocedió asustada. Un muchacho alto, de pelo negro, estaba materializándose de entre las paginas, mirándoles. Tenía el cabello negro, ojos, piel pálida, su uniforme correspondía a Slytherin, pero el sello en la capa era de hace cincuenta años.

— ¿Y tú, quien diablos se supone que eres? —Preguntó Snape, con la varita en alto. Sprout asintió a las palabras de Severus, incluso si él, no podía verla hacerlo. ¿Quién era este aparente alumno de Slytherin?, ¿Por qué salió del diario?, ¿Qué demonios tiene que ver con toda esta situación?

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