Capítulo 78: Quedan dos semanas.

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Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.

Solo nos pertenecen los OC.


La Pirata de los Cielos

Los miembros de la Orden del Fénix, regresaron a Grimmauld Place e inmediatamente, comenzaron los preparativos del almuerzo, con varios hombres y mujeres, dentro de la cocina, se escucharon algunas Desapariciones y algunas de las cocineras, fueron a tomar la Red Flú.

Céline Volkova se sentó en el asiento que normalmente, Dumbledore tomaba. Como si ella fuera la líder de la Orden del Fénix

Esta acción, hizo enfadar tanto a Dumbledore, como a Snape, pero el primero, no pensaba que fuera el mejor momento para dejarse llevar por esas emociones, así que solo miró a la joven, mientras se sentaba en una silla común. —Señorita Potter... —Pero fue interrumpido y corregido con descaro.

—Señorita Volkova —A Snape le tembló una ceja, ante la corrección de apellido, por parte de los Merodeadores, Lily, Alex Potter y Shackebolt.

Dumbledore se quedó en silencio por un momento, antes de suspirar con pesar, por la situación actual y no por enfado, ante la falta de respeto de tantos. —Señorita Volkova... —reinició Dumbledore. — ¿Qué la llevó a matar a tantos hombres y mujeres?

Céline levantó una ceja y miró a Dumbledore, como si fuera un idiota. A Snape y a Dumbledore, les hirvió la sangre. —Eran Mortífagos, obviamente. Muchos de ellos, encarcelados por ser de Casas de rango medio o menor y no lograron salir en la última guerra, sobornando o diciendo que los controló el Imperius. Y todos ellos, apoyaron abiertamente los actos de Tom Ryddle. Y ante el ataque que intentábamos evitar, lo más obvio era disminuir sus posibilidades de engrosar sus filas, en vista de que no podrá tomar el Ministerio. Creí que eso era obvio.

—En ese caso, deberías de haberlos denunciado —dijo Dumbledore furioso por las pérdidas de tantas vidas.

Céline solo se burló de sus palabras, con un aire que dejó escapar de sus labios y entonces, miró seriamente a Dumbledore. El cambio tan abrupto, les causó un escalofrío a muchos. — ¿Denunciarlos ante qué cuerpo gubernamental? El Ministerio al completo, es corrupto. La mitad de ellos, siguen a Ryddle y la otra mitad te siguen a ti. No hay forma de denunciarlos: O Ryddle los sacaba de prisión o tú les darías unas pocas palmaditas, como si fueran perros que han hecho algo malo y que no deben de volver a hacerlo... aun y cuando sabes, que lo volverán a hacer. —Y se inclinó hacia adelante —Mientras que esos desgraciados, sigan creyéndose que están por encima de todos y que pueden pisotear a los Hijos de Muggles, entonces seguiré asesinándolos. Cuando aprendan que todos son iguales, que todos son humanos, que todos sangran en rojo... yo me detendré.

Dumbledore palideció y se lamentó por haber sido tan ciego, hace ya dieciséis años. De haber sabido en ese entonces, que la Profecía se refería a Céline, la hubiera dejado con su familia. Los Potter la hubieran criado, mientras confiaban ciegamente en él y podría haberle enseñado la importancia de la vida. Le podría haber enseñado, que todas las vidas eran importantes, pero actualmente, eso ya no podía hacerlo.

Céline iba a dirigirse por un camino muy oscuro y era tan terca, que jamás dejaría que absolutamente nadie, la contradiga. Porque la criaron para gobernar. Para que su palabra fuera ley.


Dumbledore se alegró en las reuniones siguientes, cuando Céline dejó de aparecer y creía que solo estaba haciendo, una pataleta en su habitación.

Pero al menos, esto le permitiría concentrarse y concentrar a su Orden del Fénix, en lo más importante: Combatir a los Mortífagos.

Pero todo comenzó a empeorar, cuando Dumbledore y la Orden, se Aparecieron en Bristol.

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