Capítulo 69

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Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.

Solo nos pertenecen los OC.

La Pirata de los Cielos

Tom Sorvolo Ryddle Gaunt, fue expulsado (una vez más) de la mente de Alexander Potter, luego de haber sido arrastrado a su mente, como si fuera un Traslador y siendo inmediatamente empalado por la defensa de soldados de lanza y escudo. —Dumbledore lo ha entrenado bien. Supongo que... entrenó a ambos hermanos en Oclumancia. —se mantuvo en silencio por un instante, mientras meditaba seriamente lo que sabía, solo para recordar la Oclumancia de Céline Volkova —Pues caer sobre rocas afiladas no es agradable. Pero: Claramente, según lo que pude ver en el Cementerio, Potter no es tan poderoso, sino que la auténticamente poderosa, es su hermana: Volkova.

—Ah, ¿entonces iremos detrás de la pequeña Potter? —Preguntó una bruja perteneciente a los Mortífagos. Alta, de cabello largo y liso, sus ojos lucían como siempre: grandes y pesados, vestía su tan típica túnica de Mortífaga.

Voldemort frunció el ceño. —No te dejes llevar, Bella. Volkova, –pues así es como Céline Potter, se apellida a sí misma hoy en día, habiendo abandonado todo lazo con los Potter– ya ha demostrado, que es más de lo que deja entrever. Lo vi yo mismo en el cementerio: Esa mocosa, tiene magias que yo nunca pensaría en haber buscado, bien sabes, cuanto odio las cosas Muggles. —Bellatrix asintió a su amo —Esa mocosa ligó un par de pistolas Muggle a su magia y con un par de disparos, más de un tercio de tus compañeros, cayeron en el cementerio, donde fui resucitado. Y según las palabras de Draco, todos la escuchan y la siguen a ella, no a él.

Hogwarts.

Los gritos, efectivamente, procedían del vestíbulo, y se hicieron más fuertes cuando Alex corrió hacia la escalera de piedra, casi sin percatarse de que Ron, Hermione, Neville y Hanna, venían con él. Cuando llegó al vestíbulo, lo encontró abarrotado: los estudiantes habían salido en tropel del Gran Comedor, donde todavía se estaba sirviendo la cena, para ver qué pasaba; otros se habían amontonado en la escalera de mármol. Alex se abrió paso a empujones entre un grupo de alumnos de Slytherin, que eran muy altos, y vio que los curiosos habían formado un gran círculo; algunos estaban asombrados, y otros, incluso aterrados, él vio a su hermana, quien no parecía poder creer lo que veía y junto a ella, la máscara de Reina del Hielo de Daphne, había caído, pues la rubia de ojos azules, tenía la misma mirada que la rubia de ojos verdes. La profesora McGonagall se hallaba enfrente, al otro lado del vestíbulo, y daba la impresión de que lo que estaba viendo le producía un débil mareo.

La profesora Trelawney estaba de pie en medio del vestíbulo, sosteniendo la varita en una mano y una botella vacía de jerez en la otra, completamente enloquecida. Tenía el pelo de punta, las gafas se le habían torcido, de modo que uno de los ojos aparecía más ampliado que el otro, y sus innumerables chales y bufandas le colgaban desordenadamente de los hombros causando la impresión de que se le habían descosido las costuras. En el suelo, junto a ella, había dos grandes baúles, uno de ellos volcado, como si se lo hubieran lanzado desde la escalera. La profesora Trelawney miraba fijamente, con gesto de terror, algo que ni Alex, ni Céline lograban distinguir, pero que al parecer estaba al pie de la escalera. — ¡No! —gritó la profesora Trelawney—. ¡NO! ¡Esto no puede ser! ¡No puede ser! ¡Me niego a aceptarlo!

— ¿No se imaginaba que iba a pasar esto? —preguntó una voz aguda e infantil con un deje de crueldad; Alex, que se había desplazado un poco hacia la derecha, descubrió que la aterradora visión de la profesora Trelawney no era ni más ni menos que la profesora Umbridge—. Pese a que es usted incapaz de predecir ni siquiera el tiempo que hará mañana, debió darse cuenta de que su lamentable actuación durante mis supervisiones, y sus nulos progresos, provocarían su despido.

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