Capítulo 52: Comprobación de las Varitas Mágicas

69 10 1
                                    

Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.

Solo nos pertenecen los OC.


La Pirata de los Cielos

Dumbledore había regresado a su oficina y ahora empuñaba fuertemente su varita mágica. — ¡MALDITA SEA! —Rugió furioso, su magia se descontroló a causa de sus emociones y eso, era algo que solo debería de pasar en niños muy pequeños, no en un hombre de su edad. Golpeó la mesa dos veces con toda la fuerza, que sus viejos huesos podían reunir. — ¿Por qué el nombre de Céline salió del Cáliz de Fuego? —ninguno de los directores, podía darle una respuesta, ni tampoco quería una. Ninguna pista, apareció en su mente. — ¿Cómo supo ella, sobre los Juramentos Mágicos?, ¿Por qué la familia de Céline fue invocada a través del Cáliz de Fuego?

El que el nombre de Alex Potter, saliera del Cáliz, significaría que todos lo estarían viendo, la gran mayoría lo señalarían, lo convertirían en un paria dentro de la escuela; él debería de saber cómo sobreponerse a la situación, para aprender a confiar en otros y superar el odio que le tuvieran y levantarse más fuerte, por el Bien del Mundo Mágico.

No le gustaba que Céline Volkova, estuviera en el Torneo. Aunque tenía su parte positiva: Saber cuánto contacto tenían los hermanos, por fuera de la escuela, y si Céline le estaría enseñando a su hermano. En caso de que fuera algo inapropiado, para miembros de La Luz, entonces Albus podría detener las clases privadas de Céline y Alex.

Pero su plan no parecía que fuera a llegar a buen puerto, cuando recordó con preocupación, como Alex hizo el mismo juramento mágico, que Céline, así que ahora, las posibilidades de que todos en la escuela empatizarían con ambos menores de edad, por ingresar en el Torneo, en lugar de darles la espalda, eran mayores. Y eso podría descarrilar los planes de Dumbledore.


Como si los planetas se hubieran alineado, los Slytherin y Gryffindor, tenían hora doble en Pociones.

Llamaron a la puerta de la mazmorra, Snape abrió y los Gryffindor conocieron al chico de tercer año, como Colin Creevey. El niño entró en el aula, sonrió a Céline y Alex, para luego dirigirse al terrorífico profesor Snape. — ¿Sí? —preguntó éste escuetamente.

—Disculpe, señor. Tengo que llevar a Céline Volkova y a Alex Potter arriba, al tercer piso.

Snape apuntó su ganchuda nariz hacia Colin y clavó los ojos en él. La sonrisa de Colin desapareció. —A Volkova y a Potter les queda otra hora de Pociones —contestó Snape con frialdad—. Subirán cuando la clase haya acabado.

Colin se ruborizó. —Señor..., el señor Bagman quiere que vayan —dijo muy nervioso—. Tienen que ir todos los campeones...

—Muy bien, muy bien —replicó Snape con brusquedad—. Potter, Volkova, dejen aquí sus cosas. Quiero que vuelvan luego para probar el antídoto.

—Es alucinante, ¿no, Alex? —comentó Colin en cuanto Alex cerró tras él la puerta de la mazmorra—. ¿No te parece? ¿Tú, campeón?

—Sí, realmente alucinante —repuso Alex con pesadumbre, encaminándose hacia la escalinata del vestíbulo, junto a su hermana—. ¿Para qué quieren las fotos, Colin?

— ¡Creo que para El Profeta!

—Genial —dijo Alex con tristeza—. Justo lo que necesito. Más publicidad.

— ¡Buena suerte! —le deseó Colin cuando llegaron.

Los hermanos llamaron a la puerta y entraron. Era un aula bastante pequeña. Habían retirado hacia el fondo la mayoría de los pupitres para dejar un amplio espacio en el medio, pero habían juntado tres de ellos delante de la pizarra, y los habían cubierto con terciopelo. Detrás de los pupitres habían colocado cinco sillas, y Ludo Bagman se hallaba sentado en una de ellas hablando con una bruja a quien Harry no conocía, que llevaba una túnica de color fucsia. Como de costumbre, Viktor Krum estaba de pie en un rincón, sin hablar con nadie. Fleur jugaba nerviosamente con sus manos, parecía mucho más contenta de lo que la habían visto los hermanos, hasta el momento, y repetía su habitual gesto de sacudir la cabeza para que la luz arrancara reflejos a su largo pelo plateado. Un hombre barrigudo con una enorme cámara de fotos negra que echaba un poco de humo observaba a Fleur por el rabillo del ojo. Bagman vio de pronto a Alex y Céline, se levantó rápidamente y avanzó como a saltos. — ¡Ah, aquí están! ¡Los campeones número tres y cuatro! Entren, chicos, entren... No hay de qué preocuparse: no es más que la ceremonia de comprobación de la varita. Los demás miembros del tribunal llegarán enseguida...

La Pirata de los CielosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora