Capítulo 80

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Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.

Solo nos pertenecen los OC.


La Pirata de los Cielos


A la mañana siguiente, la pareja rubia de Slytherin, las así llamadas "Serpiente Plateada (Daphne) y Serpiente Dorada (Céline) de Slytherin", caminaron sonrientes, hacía el profesor Snape, quien les enseñaba una sonrisa de orgullo. —Volkova: Encantamientos, Defensa Contra las Artes Oscuras, Pociones, Herbología, Transformaciones, Runas Antiguas y Numerología... todo correcto. Permíteme decirte que estoy muy contento con tus notas de Pociones y Transformaciones.

—Gracias, profesor —dijo la rubia de ojos verdes, enseñándole una sonrisa, mientras recibía su horario.

—Greengrass: Encantamientos, Defensa Contra las Artes Oscuras, Transformaciones, Aritmancia, Runas Antiguas y Pociones, excelente —dijo Snape, entregándole su horario.

Las rubias se sentaron para desayunar y un Aullador llegó ante Céline, pero al abrirlo, no sonó una voz estridente, sino una voz serena: «Estimada Srta. Volkova: me dirijo a usted, en espera de poder llegar a un acuerdo mutuo de no dañarnos, ni mi hijo, ni mi persona a usted y a cambio: usted no dañará a mi hijo. ATTE.: L. Malfoy» Céline escribió una respuesta de inmediato, dejando por cerrado el acuerdo.

Personalmente, para él, Draco Malfoy, el acuerdo era algo positivo, al tiempo que humillante, al recordarle todo lo ocurrido en esos seis años. Pues siempre le dijeron, que él gobernaría Slytherin a causa de ser un Malfoy, estando rodeado de compañeros Mortífagos Jr. y el capital monetario de su padre. Pero al llegar allí, la hija perdida de los Potter, también llegó y Céline lo humilló una y otra vez, mientras se consolidaba, como la reina de Slytherin y Daphne como su reina consorte.


A la mañana siguiente, delante del salón de Defensa Contra las Artes Oscuras, se abrió la puerta del aula y Snape salió al pasillo. Como siempre, dos cortinas de grasiento cabello negro enmarcaban el amarillento rostro del profesor. De inmediato se produjo silencio en la cola. Snape miro con acritud primero a Ron y después a Alex, quienes no se dieron por enterados. —Adentro —ordenó. Alex miró alrededor mientras entraba con sus compañeros en el aula. La estancia ya se hallaba impregnada de la personalidad de Snape: Pese a que había velas encendidas, tenía un aspecto más sombrío que de costumbre porque las cortinas estaban corridas. De las paredes colgaban unos cuadros nuevos, la mayoría de los cuales representaban sujetos que sufrían y exhibían tremendas heridas o partes del cuerpo extrañamente deformadas. Los alumnos se sentaron en silencio, contemplando aquellos misteriosos y truculentos cuadros. —No les he dicho que saquen sus libros —dijo Snape al tiempo que cerraba la puerta y se colocaba detrás de su mesa, de cara a los alumnos; Hermione dejó caer rápidamente su ejemplar de Enfrentarse a lo indefinible en la mochila y la metió debajo de la silla—. Quiero hablar con ustedes y quiero que me presten la mayor atención. Sino me equivoco, hasta ahora han tenido cinco profesores de esta asignatura.

«"Si no me equivoco..." Como si no los hubieras visto pasar a todos, Snape, con la esperanza de ser tú el siguiente», pensó Alex con rencor.

—Naturalmente, todos esos maestros habrán tenido sus propios métodos y sus propias prioridades. Teniendo en cuenta la confusión que eso les habrá creado, me sorprende que tantos de ustedes hayan aprobado el TIMO de esta asignatura. Y aún me sorprendería más que aprobaran el ÉXTASIS, que es mucho más difícil —Empezó a pasearse por el aula y bajó el tono de voz; los alumnos estiraban el cuello para no perderlo de vista—. Las artes oscuras son numerosas, variadas, cambiantes e ilimitadas. Combatirlas es como luchar contra un monstruo de muchas cabezas al que cada vez que se le corta una, le nace otra aún más fiera e inteligente que la anterior. Están combatiendo algo versátil, mudable e indestructible. —Céline lo miró con fijeza. Una cosa era respetar las artes oscuras y considerarlas un peligroso enemigo, y otra muy diferente hablar de ellas como lo hacía Snape, con una voz que parecía una tierna caricia. —Por lo tanto —continuó el profesor, subiendo un poco la voz—, sus defensas deben ser tan flexibles e ingeniosas como las artes que pretenden anular. Estos cuadros —añadió, señalándolos mientras pasaba por delante de ellos— ofrecen una acertada representación de los poderes de los magos tenebrosos. En éste, por ejemplo, pueden observar la maldición Cruciatus —era una bruja que gritaba de dolor—; en este otro, un hombre recibe el beso de un Dementor —era un mago con la mirada extraviada, acurrucado en el suelo y pegado a una pared—, y aquí vemos el resultado del ataque de un Inferius —era una masa ensangrentada, tirada en el suelo.

La Pirata de los CielosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora