Capítulo cuarenta: el daño.
A veces te imaginabas teniendo otra vida, pensar en tu padre no estaba permitido realmente, las veces en las que le preguntabas a Linda sobre eso, solamente recibías palabras desagradables.
Estabas genuinamente solo ahora, se suponía que no podías ver a Gerard, y Linda no te habló durante los demás días que le restaban a la semana, no fuiste a clases tampoco, y Linda realmente no se enteraba de ello, cada vez que la veías en la cocina, parecía ser un fantasma gris, merodeando en la casa, moviendo apenas su cubierto para comer, enfrentados en la mesa durante la cena, ni siquiera tenías apetito cuando eso pasaba, el silencio era tan ruidoso, tenías ese peso en tu pecho, el nudo en tu garganta, sabías que si ella decía apenas dos o tres palabras te pondrías a llorar, así que era mejor evitarlo. Aunque una de esas noches, mientras ella fumaba un cigarrillo y esperabas a que comieras, fue la primera en romper el silencio.
"No estuviste yendo a clases, ¿por qué? ¿es una especie de huelga o algo así?" Su tono de voz era brusco, no recordabas ninguna ocasión que no lo fuera, ni siquiera cuando eras un niño, relamiste tu labio inferior y aunque no querías responder, debías hacerlo.
"No, solo- no estuve sintiéndome bien como para hacerlo." No sonaba realmente convincente, pero en realidad no encontrabas energía para levantarte de la cama, querías estar bajo tus mantas todo el día.
"Yo voy al trabajo cada maldito día aunque no me sienta bien, Frank, así que no inventes excusas". Expulsó el humo mientras hablaba, tragaste saliva y evitaste verle a la cara, sabías que ella te odiaba porque, por alguna razón, creía que era tu culpa que Rick no estuviera aquí.
"Lo siento, tienes razón, pero iré todos los días la otra semana". Prometiste, moviéndote de la silla, esperando el momento indicado para escaparte hasta tu habitación, pero ella carraspeó y la miraste.
"Frank, quiero que seas completamente honesto conmigo, ¿tú delataste a Rick? Escucha, sé que él no te cae bien, pero necesito que regrese, ¿entiendes?" Veías como su mano temblaba mientras se acercaba un poco por sobre la mesa, sus ojos estaban empañados, te sentiste pequeño, enojado, triste. ¿Por qué ella dependía tanto de él?
"Mamá... yo no quiero que regrese, por favor, estaremos bien sin él, estábamos bien antes de él, por favor..." Te acercaste a ella, a tomar su mano, si era necesario ibas a pedirlo de rodillas, pero estabas llorando, apenas podías verla debido a lo empañados que estaban tus ojos. "Puedo dejar la escuela y conseguir un empleo para ayudarte, p-puedo ser un chico bueno, pero por favor mamá, no quiero que regrese a lastimarme". El dolor en tu pecho se sentía como un pozo profundo, inundándose, las lágrimas estaban brotando con amargura y no podías formular más palabras sin ahogarte por los sollozos, sentiste sus brazos cubriéndote con fuerza y sus propias lágrimas mojar tu rostro, no podías respirar, estabas derrumbándote tan mal, y a pesar de que su abrazo se sentía seco y duro, era lo único que tenías. "Por favor, mami, ya no quiero que me haga daño".