Capítulo Cinco: La Burla.
Gerard está sentado en la silla que está a tu lado mientras que comparten el auricular que te dio por aquél que rompió. Le enseñas la música que tienes en tu pequeño celular, mientras que él parece perdido en sus pensamientos.
Falta una hora completa para salir de detención, y por alguna extraña razón, aún no quieres irte, sabes que las cosas en tu casa se pondrán feas y te sientes a salvo aquí, aunque estuvieras encerrado con el chico que te molestó desde primaria.
Gerard no es el típico bully, no tiene músculos ni pertenece al equipo de fútbol, no es popular, ni sale con porristas, no hace grandes fiestas ni golpea a los nerds para que le hagan la tarea, Gerard es simplemente otro chico malhumorado, que tiene por don llevarle la contraria a las demás personas.
Recuerdas la vez en la que Gerard llegó a clases usando una falda, cuando en el propio reglamento de la institución estaba prohibido que los chicos vinieran vestidos así, ¡incluso les prohibían traer el cabello largo! Gerard simplemente se mofó en la cara del director, sin importarle realmente todos los "maricón" que resivió a lo largo de aquél día, y ahora, viendo a Gerard así, no te parece tan malo.
"No me dijiste porqué hiciste que te pusieran en detención."
Le recordaste, cuando la música buena –que pusiste pensando que sería del agrado de Gerard–, terminó. Él se acomodó mejor sobre la silla, mirándote directamente a los ojos ahora, parecía estar pensando en ello, aunque sus ojos verdes parecían estar estudiando tus propias facciones, sentiste algo de temor por lo que diría. Temiendo que fuera algo demasiado personal y que te obligara a que escupieras tus propias verdades.
"Hice que me metieran a detención, porque quería evitar llegar a casa..."
Dijo simplemente, no lo viste a la cara y sabías que tampoco él estaba viéndote justo ahora, la pregunta estaba bailando con la curiosidad en la punta de tu lengua.
"¿Y por qué?"
Lo encaras, por un momento piensas que todas las demás cosas en el salón de detención no existen, ni las sillas vacías, ni los pupitres, ni los afiches de 'usa condón' en las paredes, está tan serio que su respuesta podría llegar a ser aterradora.
"Porque mi padre abusa de mi, siempre que vuelvo de la escuela."
Te responde, y el oxígeno parecía pasar como un cuchillo hacia tus pulmones, no parpadeas, no respiras cuando ves como comienza a reírse, te quedas sumamente quieto mientras ves como seca la lagrimilla de risa de su ojo izquierdo, y por un momento piensas que él está burlándose de ti, él lo sabe, quizás él... aunque, no hay forma de que lo sepa, ¿o sí?
"Oh Iero, deberías haber visto tu rostro."
Y vuelve a reír, su mano golpea suavemente tu hombro y ríes ligero, sólo para que el aire retenido saliera de alguna forma, te sientes enfermo, el peso en tu estómago hace su aparición y ves como Gerard vuelve a mantenerse quieto, sin las molestas carcajadas saliendo de sus labios rosas.
"Uh, ya... Donna tenía una junta con sus amigas del coro de la iglesia en casa, y no tenía un lugar mejor donde estar."
Responde simplemente, volviendo a quitar la pintura negra de sus uñas izquierdas con la uña algo larga del dedo gordo de su mano derecha, raspa la pintura, dejándole estrías negras a sus diminutas uñas.
"¿Y tú Iero? Aún no me dijiste porqué hiciste que Raymond te pusiera aquí."
Por un momento imaginas repitiendo la broma que había hecho Gerard, pero le quitarías las risas y tal vez algo de drama a las palabras, pero no. Te encoges de hombros, y miras hacia otro lado. Avergonzado.
"No te importa, Gerard."