Capítulo Cuatro: El Perdón.
No ha pasado ni media hora en detención, y Gerard sigue lanzándote papeles que golpean contra tu nuca, tienes tus ojos cerrados y tu labio inferior metido entre tus dientes, quieres levantarte y lanzarle una silla, que impacte sobre su cabeza y logre hacerle cuatro o tal vez cinco puntos.
"Frank."
"Frank."
"Frank."
Uno y otro y otro papel, te preguntas de dónde los saca y desenvuelves uno, asombrándote por la calidad de su dibujo, ¿cómo podría tirar algo como eso?
Planchas el papel con tu mano y observas cada detalle, una cabaña sombría, un monstruo detrás de los pinos, neblina en el lago, todo a lápiz y mano alzada. Sientes que él está a un lado de ti otra vez, está viéndote mientras observas con asombro la hoja y su dibujo en esta, sientes la sonrisa en su voz.
"¿Qué te parece?"
"Es... eres un buen artista..."
Te golpeas mentalmente al halagarlo después de que él rompiera tus auriculares blancos, pero escuchas su risa y te atreves a mirarlo, cuando él ríe no da miedo, pero su rostro vuelve a estar serio otra vez.
"lástima que eres un imbécil."
Finalizas, y arranca su dibujo de tus manos, comenzando a juntar todos los que lanzó, caminó hasta la papelera y los lanzó allí.
"Sí, lo sé, suenas como mi madre."
Masculla, con odio hacia ti y al mundo en general, da una vuelta por el salón y lo sigues con su mirada.
"Siempre es... oh Gerard, eres un inútil. Gerard, te pareces demasiado a tu padre. Oh Gerard, hubiera concebido a una niña en tu lugar. ¿Por qué no puedes ser como Michael? Oh Gerard, estás gordo, ¿qué van a decir de ti mis amigas?"
Su monólogo te pareció algo perturbador, pero no querías sentir lástima, después de todo, las cosas que oías eran peores. Así que suspiraste, mirando hacia tu reloj de pulsera y de cómo recién daban las cinco y media, faltaba un montón de tiempo.
"¿Me estás escuchando, Iero?"
Ahora estaba frente a ti, lucía molesto, como si de verdad odiara que no lo escucharan, rodaste los ojos antes de asentir.
"Bien, porque diré esto solamente una vez, y si le dices a alguien, serás un hombrecito muerto."
"No te tengo miedo, Gerard." Te pusiste de pie, encarándolo, estabas dispuesto a defenderte esta vez.
"¡Escucha!"
Suspiraste, cruzándote de brazos mientras que veías las muecas que hacía, estaba pensando en si decirlo o no."Quería pedirte perdón por haber roto tus auriculares, te daré los míos."
Viste como sacó sus auriculares del bolsillo de su pantalón de vestir y te los dio, eran negros. Lo miraste, viste como extendía su mano con el auricular y luego viste su rostro, tenía vergüenza, sus mejillas estaban rojas, no sabías qué clase de trato era este, pero no tendrías un auricular nuevo hasta que el césped de tus vecinos creciera, así que los tomaste. Jugaste con ellos en tus manos y sentiste el suspiro de Gerard llegando hasta ti, como si de verdad le costara pedir disculpas.
"No le digas a nadie o..."
"No le diré a nadie, no eres tan importante."
Comentaste, queriendo reírte de su rostro desfigurado por tu comentario, y ahora arrugaba su nariz y veía hacia otro lado. "Bien Iero, ahora déjame en paz y deja de llorar como niñita."
Cruzó a tu lado, golpeando su hombro contra el tuyo, dando largas zancadas hasta su lugar al fondo. Soltaste una risita nasal, y te dejaste caer sobre tu asiento, viendo de reojo el gesto fruncido de Gerard hacia la nada. Ese chico era raro.