Capítulo Uno: El Principio.
Hay historias que comienzan de atrás hacia adelante, de adelante hacia atrás, del medio hasta dar toda la vuelta, y así, incluso hay historias que parecen una enredadera, y te confunden hasta que debes cerrar el libro, abrirlo, leer y releer hasta comprender.
Piensas que si tu historia estuviera impresa en un libro, no quisieras leerla, no la leerías, porque solamente son sucesos tristes, uno detrás del otro, una historia dramática, con relatos de terror impactantes y ligeras metáforas sobre la vida, una historia repleta de villanos, con cero héroes y muchas, muchas injusticias. Piensas que tal vez, tu historia estaría en la repisa de la biblioteca, donde nadie va a verla, con una tapa poco llamativa, una narrativa mediocre y una escasa filosofía, quizás utilicen tu historia para cuando el bibliotecario se quede sin papel higiénico y deba limpiarse con algún libro poco interesante.
Sabes que si Alice estuviera escuchando el concepto que tienes sobre ti mismo, te golpearía con lo que estuviera a su alcance, pero no es tu culpa, es eso lo que has creído por años y años, que son como diecisiete, si me preguntas. De camino a la escuela, la chica te encuentra y te regala una de sus sonrisas pecosas, tiene la misma edad que tú, y suele hacer chistes muy malos, que te causan gracia de todos modos, es que su risa es contagiosa, y agradeces que ella sea tu mejor amiga, y que ella no pudiera ver detrás de todas las mentiras que le inventas cada vez que te pregunta si puede ir a tu casa.
Ella toma de tu brazo al entrar a los pasillos de tu preparatoria pública, te guía a través de todas esas personas, te lleva hasta tu casillero y diciendo algo con respecto al chico que le gusta, sonrojada camina hasta su casillero y ahora tienes que sobrevivir diez minutos sin Alice, donde posiblemente seas el blanco de alguna que otra persona que quiera molestar a alguien inocente.
Dejando la mayoría de las cosas que cargas en tu mochila dentro del casillero amarillo, lo cierras y suspiras con nerviosismo exagerado, mirando como Alice habla con otras chicas del Club de Ajedrez, muerdes tu labio con fuerza y tus propios brazos abrazan tu torso, esperando, mirando en ambas direcciones del pasillo, en tu mente sigues contando, una especie de cuenta regresiva que es lenta y tortuosa, esperas por su llegada, porque de lo contrario te molestará a la salida, es de una forma u otra, el ritual de cada día, y simplemente lo ves aparecer de un lado, las personas se alejan de él, es como si tuviera un campo protector de tres metros a su alrededor. Pegas tu espalda al casillero, tres, dos, uno...
"Pero si es Frank Iero, no tenía idea de que los gnomos también asisten a la escuela."
No hay ningún golpe esta vez, pero tienes todas las ganas de hacerlo, de defenderte, quizás estar dos horas después de clase en detención, hagan que al regresar a casa no tengas que encontrarte con Rick despierto.
"No tenía idea de que dejaran asistir a los retrasados mentales a una escuela pública."
Dices, y no te sientes tan orgulloso de usar algo como retrasado mental como insulto, pero él te mira con todo el odio que contiene, ves sus puños apretados a sus costados. Y aunque estuvieras temblando, cada segundo valdría la pena, simplemente debes esperar el golpe que depositará sin delicadeza en tu rostro. Pero no llega nada, sólo ves su sonrisita de costado y como niega con los ojos entrecerrados en tu dirección, mientras acomoda su mochila en su hombro y te mira amenazante, por un lado sientes que el silencio es todavía peor que un golpe. Porque sabes que su venganza llegará tarde o temprano, sin que lo esperes, porque sabes en todo este tiempo, que nadie humilla a Gerard Way.
"Felicitaciones, Iero. Pudiste enfrentarme sin orinarte."
Y luego se va, empuja a alguna persona que se entromete en su camino, no le importa si es una chica o un chico, y te deja algo atontado. Como si el principio de algo –que no sabes qué es– hubiera comenzado.
