Capítulo Ocho: El dolor.
Estás caminando lento por el pasillo, te duele el cuerpo, te duele el alma, es como si caminaras y sonaran dentro de ti los trozos de tu corazón y mente como vidrios rotos, sacudiéndose con fuerza, mientras que por fuera, luces tan calmado como siempre, como si nada hubiera pasado ayer por la noche, como si el monstruo no hubiera atacado tu fortaleza y vencido en el primer intento.
Los pasos que das, duelen. Porque esta vez fue diferente a las otras, fue con brutalidad, porque él encontró el auricular negro entre tus pertenencias y simplemente murmuró un "pero tú no tenías dinero para comprar esto, ¿quién te lo dio?", y luego decides suprimir los recuerdos, aunque están frescos aún, la herida está abierta y arde con el contacto del viento, aunque claro, esta sólo es una metáfora que quiere compararse al dolor que sientes ahora, pero que debes cubrir para no levantar sospechas. Por eso tu capucha está sobre tu cabeza y parte de tu cabello está cubriendo un poco tu rostro, mientras que intentas pasar desapercibido, los murmullos de ellos suenan fuertes en tus oídos, estás temeroso de que alguno camine hasta ti y te trate con movimientos bruscos, quieres salir rápidamente de allí, y ¿dónde está Alice?
Aunque no, piensas que es una mala idea encontrarla ahora, porque ella es de ese tipo de persona que indaga en lo que sucede hasta que lo descubre, y no quieres que otra persona lo sepa, no quieres. Y además sabes cómo es Alice ante las injusticias, ella simplemente no se quedaría callada como Gerard, ella estaría llamando a la policía, y a todos los adultos responsables que conoce.Y hablando de Gerard y de que él es una de esas cosas en las que has comenzado a pensar ahora, lo buscas entre las personas del pasillo, detestas que esté tan repleto de alumnos, lo ves llegar de uno de los extremos, Gerard mira a todos con fastidio y se hace espacio entre los chicos y chicas, algunas personas se le quedan viendo más de lo normal y es porque Gerard está usando falda hoy, es negra, como las faldas en el uniforme de chicas, apartas la mirada en cuanto sus ojos se posan en ti, y camina directamente hasta donde te encuentras, tu mirada al piso, tus dientes superiores moliendo tu labio inferior.
"Iero."
Dice en modo de saludo, y levantas la vista, viéndolo lucir serio como siempre. Porque aunque esté usando falda, se ve realmente intimidante de todos modos. Suspiras y murmuras un hola que no sabes si salió realmente de tus labios.
"Aquí está repleto, ¿te molestaría acompañarme a la cafetería antes de que también se llene de gente?"Lo dice más como una orden, porque apenas termina de hablar y camina hasta la cafetería, muy seguro de sí mismo y de que lo estás siguiendo, en ningún momento se gira hacia atrás a verte, simplemente lo sabe, sabe que estás allí.
Llegan a la cafetería y está medio vacía, él se para en una de las filas que espera por recibir el almuerzo y simplemente buscas una mesa, no tienes dinero para la comida y quizás haya sobrado algo en casa y comerás cuando regreses, quieres creer. Pero ves como llega Gerard con dos raciones del almuerzo, dejó una frente a ti y lo miraste con asombro.
"Ya almorcé, Gerard."
Una mentira piadosa, una mentira con hambre.
"¿De qué hablas?"
"De... que... no traigo dinero para pagarte por el almuerzo justo ahora."
Y él no debe saber cuán mala es tu situación."¿Y a caso te estoy cobrando? No seas idiota y come algo."
Da por finalizada la conversación, llevándose un trozo de fruta a la boca, suspiras con resignación y ves lo que eligió para ti, y sí, en la charola estaba todo lo que te gustaba.
"¿Cómo sabes que no me gusta la...?"
"Calla y come, Iero, ¿o quieres ponerme de malas?"
Te mira de mala manera, un acto más de caridad, piensas, y sólo giras los ojos para llevar una de las papas horneadas a tu boca, deleitándote con el sabor, incluso logra que cerraras los ojos al sentir el sabor del orégano, sientes su mirada sobre ti y sonríes al verlo, él solamente pone los ojos en blanco también, pero notas la pequeña e imperceptible sonrisa en sus labios cereza.