Capítulo Catorce: Las Palabras.
"Quiero saber, porqué..."
"¿Por qué, qué?"
"Tienes madre, ¿cierto?"
Asentiste.
"¿Y ella no sabe lo que sucede?"
Negaste. "No lo recuerda al día siguiente."
"¿Cómo?"
"Él le da una dosis de lo que sea lo suficientemente fuerte como para que ella no pueda razonar ni defenderme."
"Ni siquiera lo conozco, y se ha ganado todo el odio que puedo sentir." Murmuró Gerard, mientras lanzó todas las colillas de los cigarros al retrete, los veías flotar.
"Sí, también lo odio."
"¿Y nunca te has defendido?"
"No, sería peor."
"¿Cómo?"
"Porque me golpearía, o a mi madre, y al día siguiente debo venir aquí, todos estarían preguntando qué sucedió, llamaría la atención innecesaria."
"Oh, Frank..." Lástima en su voz.
"No me mires así, Gerard."
"¿Cómo?"
"Como si tuvieras lástima, no la sientas."
"Lo siento... es que, apenas te conozco y creo que no mereces eso, nadie lo merece."
"No digas que apenas me conoces, me conoces más de lo que Alice lo hace, nunca le he dicho nada de esto, a nadie."
Gerard se levantó del suelo y destrabó la puerta del baño, aún de espaldas a ti viste como suspiró. "¿Y cómo es que...? quiero decir, ¿cómo lo conoció tu madre?"
"Nunca lo conoció realmente, Gerard."
Salieron de los baños, caminando lento por los vestidores, entre los casilleros, salieron hasta la cancha nuevamente.
"Entiendo... pero, ¿nunca se da cuenta?"
"Él parecía ser encantador, es herrero, es fuerte por su trabajo, jamás podría vencerlo en fuerza, ni siquiera Linda. Los fines de semana se la pasa en bares, con prostitutas, juega pool, vuelve a casa a la madrugada, lo suficientemente ebrio como para dormirse en el sofá."
"Entonces abusa de ti los días hábiles."
"No, algo así." Tomó tu mano mientras caminaba por delante de ti, subiendo las gradas, viste sus piernas pálidas y la forma graciosa en la que su falda subía y bajaba, ondulada.
"¿No pensaste en...?"
"No quiero pasar mis días en casas de adopción, Gerard. Planeo escaparme a penas y termine la preparatoria. Llevarme a Linda conmigo, si es necesario."
Gerard suspiró, deteniéndose, girando hasta estar frente a ti, mirándote serio, con los ojos entrecerrados a causa del sol de abril.
"¿Te diste cuenta que ni siquiera puedes decirle mamá?"
"Lo sé." Una risita cansada abandonando tus labios.
"Yo tampoco puedo decirle mamá a Donna."
"Lo sé."
"¡Y es porque se han perdido los valores!" Imitó al profesor Albert y rió, reíste también.
"Cuando quieras escapar, yo podría ayudarte."
"¿A qué te refieres?"
"Que... podríamos escapar juntos, Frank." No le dijiste nada, las ideas escapistas algunas veces pasaban por tu cabeza; caminaron juntos hasta la salida y sin que ningún profesor los viera, todavía faltaban treinta minutos para que todos pudieran salir, pero no parecía relevante, era viernes, todo era jodido para ti los viernes, hiciste una mueca de disgusto al ver la calle, mirando lejano, perdido en tus pensamientos.
"Oye, Iero..." Lo miraste.
"Los fines de semana, Lindsey y yo estamos en el parque que tiene un pequeño puesto de helados, si nos buscas por la tarde, estaremos allí, posiblemente en los juegos de niños." Te miró, como si estuvieran cerrando un trato.
"Está bien."
"Nos vemos, Frank." Se acercó a ti, y dejó un beso rápido en tus labios, comenzando a caminar en dirección contraria a la tuya después.
"Nos vemos..."
Murmuraste, y fue como si el viento se hubiera llevado esas palabras.