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 Capítulo treinta y cinco: Mañana. 


Cuando despertaste, notaste un cuerpo durmiendo en el suelo, te asustaste y terminaste sentado en la cama, recordando de golpe todo lo que había pasado a la madrugada, ya al dejar de ver borroso y estar tan mareado por despertarte de golpe, llevaste tu pie a tocar al cuerpo cubierto con la manta que en realidad te pertenecía. El cuerpo se movió y terminó descubriendo su rostro, era Gerard, todo despeinado y con los ojos entrecerrados, sonriendo perezoso mientras te veía. 

 Te preguntaste qué hacía aquí, y porqué Lindsey no estaba. Lo viste ponerse de pie y como hacía una mueca de dolor, tomándose de la cintura, soltaste una pequeña risa, pensando en cuán estúpido debe ser alguien como para dormirse en el suelo.

"Sí, ríete, es tan gracioso tener la espalda rota." 

Murmura, terminando por sentarse a tu lado, despeinado y somnoliento, miraste su rostro, pensando en que así lucía él por las mañanas durante todas las mañanas de su vida, intentaste grabarte esa mueca de no haber dormido bien de su rostro, todos los relieves que tenía su cabello por estar despeinado, sus ojos entrecerrados y ese brillo extraño que tenían. 

"¿Por qué no dormiste en la cama?"

 Le preguntaste, llevando tímidamente una de tus manos a su cabello, intentando peinarlo hacia los lados en los que siempre estaban. 

"Mmh, no quería incomodarte." 

 Baja la mirada hasta la fina sábana que aún cubre la mitad de tu cuerpo, y solo puedes sonreír, rodando los ojos antes de ponerte de pie, bostezando y estirando tus brazos y tu cuerpo, despeinando tu cabello, notando la mirada suya sobre ti, enrojeciste un poco ante eso y buscaste tus zapatillas, luego tu cepillo de dientes, le seguiste el juego de mirarlo, como si fuera una competencia de quien parpadeaba perdía. 

"Ya sé que luzco de la mierda, ¿no quieres tomarme una foto? Duran más tiempo." Colocas el cepillo en tu boca mientras que te colocas las zapatillas, sentado en una silla vieja frente a un escritorio igual de viejo, él se pone de pie y te sigue incluso en el baño, donde toma la pasta dental y pone un poco en su dedo, eso te hace reír.

"Aunque luzcas como la mierda, eres lindo." Dice, en lo que enjuaga su boca y escupe en el lavamanos, lavándose luego la cara, esperando a que terminaras de hacerlo. Terminas y sonríes. 

"Dices eso porque eres gay." Lo molestas, él pone los ojos en blanco y finge estar indignado, con una mano en el pecho mientras te sigue en el pasillo hasta estar de nuevo en tu habitación.

"También eres gay." Acusa, parado en medio de la habitación mientras buscas ropa limpia.

"Uh sí, pero soy un gay recién iniciado, así que eso te hace más gay que yo." Murmuras, como si eso tuviera sentido, él suelta una carcajada que hace que rías también, te sientes pleno en ese momento, como si la habitación horrible dejara de ser tan horrible solo con su risa en la mañana. Lo miras reír, ya con la ropa que te pondrás entre tus manos.

"Uh, Gerard, debes girarte o salir de la habitación, voy a cambiarme." 

Él hace un puchero y se gira, eso no te hace confiar realmente, pero intentas vestirte lo más rápido posible, en algún momento mientras estás dando la vuelta a tu camiseta limpia, la que te pondrás, él se gira. 

"¡Gerard te dije que no voltearas!" 

"¡Lo siento!" Vuelve a reír, pero no deja de mirar, tus mejillas queman mientras decides darle la espalda y terminar de colocarte la camiseta. Sientes que se acerca. Tu cuerpo siempre ha sido algo de lo que avergonzarte, por eso no necesitas otros ojos expectantes, te giras y él lleva sus dedos hasta tu cuello, sientes un escalofrío que te hace moverte hacia atrás, nervioso. No es su tacto, es la forma en la que te mira y en cómo lo hace, demasiado suave y como si tuviera miedo de romperte, eso te hace sentir pequeño, en un buen sentido, como cuando alguien ve algo pequeño y solo quiere protegerlo. No como el otro sentido de algo pequeño, ese en el que cuando alguien ve algo pequeño, piensa en que es no importante. 

"Bueno, esto ya se está poniendo muy gay." 

Dices, intentando sonar gracioso, aunque solo habías sonado asustado, él aleja su mano y la esconde detrás de su espalda, con las mejillas igual de rojas que las tuyas. Suspiras y piensas en otra cosa, en qué debían hacer dos chicos solos por la mañana. 

"¿Quieres desayunar?, yo nunca lo hago, pero- podría prepararte algo." 


las otras cosas. » frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora