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Capítulo Seis: La Verdad.

"No te dejaré en paz hasta que me digas."


Sonríe, mientras que su mano sigue estirando algunos de tus mechones de cabello, no lo hace tan fuerte. Estás resignándote, piensas que quizás no sea tan malo decirle, indirectamente, al menos. Piensas tambien en porqué esa repentina acción de Gerard tocando tu cabello, está más cerca de lo que alguna vez estuvo y nunca habían logrado hablar dos temas de conversación sin insultos de por medio, esta vez pareciera ser la excepción, y todavía quedaba media hora de detención.

"¿Por qué te importa tanto?"

"Porque te dije porqué estoy aquí, así que es tu turno, Iero."

Nunca entendías su extraña obsesión por llamarte por tu apellido, odiabas tu apellido, solo era un recuerdo más de tu situación.

"¿Sabes? Pienso que no deberías bromear con eso de que tu padre abusa de ti, quizás... puede a que... ¿qué tal si alguna persona a la que sí le pasa, te escucha hablar de esa forma?"


 Dijiste todo entre balbuceos que él logró comprender porque toda su atención estaba en ti, en los movimientos nerviosos de tus manos y en como mordías con fuerza tu labio inferior, sus ojos se entrecerraron y miró hacia otra parte, agradecías esto en tu interior, pero nuevamente estaba mirándote como si hubiera descubierto un gran secreto, sus ojos abiertos en su máxima expresión y su boca ligeramente entreabierta, por un momento pensaste que tal vez podías reírte y decirle "es broma, Gerard". Pero nada salió de tus labios, tal vez era demasiado difícil cualquier acción, porque tu verdad había salido ligeramente disfrazada en una pregunta inocente y él parecía haber descubierto todo. Y el bochorno inundando tus facciones parecía eminente.




"Iero..."




Comenzaste a juntar las cosas que habías sacado de tu mochila pensando inútilmente que podías adelantar algo de tarea, juntaste todo y lo pusiste dentro rápidamente y con barullo, como si eso pudiera distraerte de cómo Gerard te veía ahora, te veía diferente, como si fueras una víctima. Una jodida víctima de violación.

"No sé qué fue lo que entendiste... pero, sea lo que sea, no es lo que piensas."


 Dijiste, levantándote de tu asiento y caminando hasta la puerta, no pensabas salir aún, eran las siete de la tarde recién y faltaban treinta malditos minutos, esperaste impaciente, escuchando los sonidos que Gerard hacia dentro del vacío salón, por un momento pensaste que se había ido a su lugar al fondo, pero sentiste una mano en tu hombro y luego escuchaste su voz.


"Iero, no fue mi intención bromear con algo como eso, ¿está bien? no voy a verte diferente o algo por el estilo, seguiré siendo como una maldita espinilla en tu fea cara, ¿okay?"

Suspiraste en rendición, pensando que tal vez, solamente eso podías hacer, te diste media vuelta y lo viste, ¿era como la segunda vez en el día que ese chico se arrepentía de las cosas que hacía? ¿y contigo? Woah, parece que alguien tiene sentimientos después de todo.

"Gracias, supongo." Dijiste, algo extrañado por el repentino cambio en la personalidad de Gerard, por un momento imaginaste que tal vez, él haría una broma sobre lo que te pasa en casa y te llamaría maricón cada segundo, de cada minuto, pero su mirada parecía comprensiva ¿tal vez?

 "No agradezcas, tonto, no es como si estuviera haciéndote un favor o algo. Ahora vamos a sentarnos, supongo que Ray vendrá a darnos uno de sus sermones antes de que nos larguemos de aquí."









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