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Capítulo Quince: La fortaleza.



Estabas entrando a la cueva del lobo, la luz del televisor dejaba ver como reflejos del cuerpo que respiraba en el sofá frente a este, el resto de la casa seguía en penumbras, ni rastros de Linda, ni rastros de lo que solía ser tu cálido hogar, intentaste hacer el mínimo sonido, no querías despertar al feroz lobo en el sofá, al feroz sujeto que mantenía una cerveza en una de sus manos y dejaba escapar eructos en lo que la pelea de boxeo en el televisor daba por finalizada.
 Cerraste la puerta, el silencio en tu casa era el suficiente como para oír si una aguja caía al suelo, sabías que él había puesto en mute el televisor para escuchar cuando llegaras, sabías que no estaría de buenas, si tan sólo tuvieras más horas en la escuela y menos horas tratando de sobrevivir aquí.


 Sentiste sus pasos pesados, el olor a alcohol y a cigarrillos baratos llegando hasta ti, el aliento fétido de sus labios chocando contra tu nuca, el miedo recorriendo tu cuerpo, mandando señales a tu sistema nervioso, a tu sistema circulatorio, tu pulso acelerándose, tu respiración cortada por ti mismo.




"Llegas temprano, Anthony."




Seguiste de espaldas a su presencia, sentiste su mano callosa colándose debajo de tu sudadera, tocando tu cintura, cerraste los ojos, apretaste con fuerza tu mandíbula, hasta que doliera. Abriste tu boca.



"Aléjate."



Murmuraste, con el corazón en la boca, mientras que su respiración seguía provocándote arcadas, no querías respirar el dióxido que él dejaba escapar de su pútrido sistema, querías estar en paz, preferías el dióxido de los cigarros de Gerard, mil veces eso.


"Pero... ¿qué has dicho...?"

 Escapaste de su agarre, caminando veloz hasta el pasillo que llevaba a tu habitación, deteniéndote en el principio, mirándolo asustado, con la valentía haciendo que tu cuerpo tiemble, sus ojos azules indagando tu rostro, tu cuerpo, devorándote vivo, haciendo que tu existencia se sintiera tan lela.

"Que te alejes." Susurraste, pero él lo oyó, te oyó porque ahora caminaba veloz hacia ti, corriste hasta tu cuarto y cerraste la puerta, su pie había impedido que cerraras del todo, gritaba tu nombre mientras forcejeaba, sería peor, hubieras guardado silencio, lo hubieras hecho, lo hubieras hecho.

"¡No puedes alejarme!" Su cuerpo era lo suficientemente fuerte como para empujar la madera de la puerta y tu cuerpo detrás de esta, habías quedado en medio de tu habitación, mirándolo asustado, temblando, mientras que sus pasos resonaron en la habitación, en la casa, haciendo que tu mundo se tambalee y dependa de un hilo, como siempre.

"Por favor... no." Su mano sosteniendo tu cabello, haciendo que lo veas mientras que gruesas lágrimas se deslizaban por tu rostro.





"Por favor..."






Su lengua estaba violando tus labios, y sentiste que el rastro del pequeño beso que Gerard te había dado, ese que parecía una suave brisa de verano, se había borrado, reemplazado por la sensación de tormenta y de desastre que el monstruo estaba dejando. 



Tu fortaleza se había derrumbado.

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