00; donde todo empezó.

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Año 2007.

Mateo acomodó su pequeña mochila en uno de los percheros luego de tomar su lonchera, y en cuanto llegó la hora del recreo corrió hacia el patio en busca de su típico escondite en el cual se escabullía de sus compañeritos.

Destapó lo que su madre con tanto amor le había estado preparando, y sonrió contento al ver sus sanguchitos favoritos cortados en triángulos; con doble queso, y mucho jamón.

Por otra parte, galletitas en forma de animalitos se acomodaban en un mini tupper, y un juguito Baggio de manzana que su madre ya se acostumbraba a comprarle.

—Hola. —saludó una infante con dos colitas en su oscuro cabello, con medio cuerpecito oculto detrás de un árbol a causa de su timidez, provocando que Mateo enseguida cierre su lonchera con algo de miedo, agachando su mirada.

—Hola. —murmuró, tímido.

—¿Por qué estás acá? —preguntó chusma la chiquita, acercándose a él a cortos pasos con miedo de sentarse a su lado. Quería hacerlo, pero no se animaba.

El chiquito elevó sus hombros con vergüenza, y se animó a mirar aquellos ojos marrones.

—Bauti se ríe mucho, los otros nenes también. —contó con sus ojitos cristalinos, deslizando su pequeño dedito índice sobre el contorno del dibujo que se marcaba en su lonchera.

La chiquita por fin se animó a sentarse a su lado, y habló;

—¿De qué se ríen?

—De mí. Tengo pelo feo. —confesó con pudor, tocando sus rulos con vergüenza mientras agachaba su cabeza para que ella no lo viera.

—A mí me gusta mucho tu pelo. —reconoció con su ceño fruncido, como si le hubiese ofendido lo dicho—Son como...¡fideos! Son ricos los fideos. —comparó elocuente la pequeña y una fuerte carcajada se escapó del más chiquito, haciéndola sonreír.

—¿Fideos?

—Sí, esos fideos que son así. —mostró, haciendo movimientos circulares con su dedo, demostrando la forma de los conocidos tirabuzón.

—A mí me gustan esos. —coincidió sonriente, y la nena sonrió divertida.

—¡Qué hambre! —exclamó abrazando su panza al recordar aquel alimento, relamiendo su labio inferior.

—¿Qué te puso tu mamá en la lonchera? A mí un sanguchito, y...¡mirá! 'titas de animalitos. —contó con alegría, volviendo a abrir su lonchera con confianza para señalar lo nombrado, pero toda alegría se esfumó al ver la apenada mirada baja de su compañerita.

—Y-yo...mamá no me puso nada. —murmuró vergonzosa, moviendo sus pies de atrás hacia adelante con timidez.

—Tengo dos sanguchitos, ¡y son los más ricos del mundo! Te voy a compartir. —aseguró con orgullo, haciendo brillar los ojos de la chiquita al creer en sus palabras—También tengo muchas 'titas, podemos comer los dos. —recordó, dejándola que agarre la mitad previamente cortada de su sanguche de jamón y queso.

—Gracias. —murmuró con una tímida sonrisa la nena, llevándose una enorme porción a la boca que la hizo cerrar los ojos con placer al sentir el sabor—¡Qué rico!

El chiquito sonrió orgulloso, y mientras la veía saborear su comida, se animó a preguntar;

—¿Cómo te llamas?

—Olivia ¿Vos?

El infante sonrió al oír el nombre, y con una sonrisa contestó;

—Que lindo nombre. —halagó, tímido—Yo me llamo Mateo.

serendipia; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora