03; costosa reconciliación.

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Olivia.


Terminé de delinearme los ojos luego de estar
40 minutos contados a reloj tratando de hacerlo con la perfección que yo buscaba, y luego de echarme un poco de perfume por fin bajé sabiendo que afuera me esperarían mis amigos.

—Hija, ¿a dónde vas? —se sorprendió papá desde el sofá, y yo jugué con mis dedos nerviosa como si aún tuviese 15 años.

—Salgo. Igual...vuelvo enseguida. Lau me insistió para hacer algo tranquilo con él y los chicos pero...—comencé a hablar a mil por segundo, hasta que él me interrumpió con una divertida carcajada.

—Respirá, Olivia. —suspiré, soltando una risa—No te preocupes por la hora, ya sos grande y te mereces divertirte. No te sientas culpable por eso. —determinó y una sonrisa de lado demostró lo poco convencida que yo estaba.

Desde que pasó lo de mamá no volví a pisar un solo boliche o cualquier cosa que se le parezca. No volví a juntarme con amigos, no salí, y decidí dedicarme al cien por cien a mi papá y a mi hermana para cualquier cosa que necesiten de mí. Obviamente él siempre estuvo agradecido por eso; que lo ayude con mi hermana para él era un alivio, pero ya no le estaba pareciendo muy lindo que deje de hacer mis cosas por eso.

—Lo que sí, avisame cuando llegues ¿A dónde vas? —interrogó.

—Es el cumple de uno de los chicos; Isa, vamos a ir a su casa. Te aviso cuando llego. —informé dejando un beso en su mejilla y él sonrió. Deseó que disfrutara, y por fin me retiré de mi hogar sintiendo una extraña sensación en el pecho.

El hecho de que el cumpleañero sea mi amigo fue lo único que me sacó por primera vez de casa después de tanto, pero no voy a negar que muchas ganas de ir no tenía sabiendo que entre el grupo se encontraba Mateo. 

Suspiré.

—Ey, que linda que estas. —halagó Lautaro parado en mi puerta, y yo sonreí como niña. Lo abracé fuerte por el cuello, y deposité un fugaz beso en su mejilla en modo de saludo.

—Vos también, bebé. —halagué, él se puso un poquito nervioso—¿Vamos? —pedí, comenzando a caminar hacia destino, pero me frené en cuanto noté que mi amigo no seguía mis pasos y se mantenía firme en su lugar. Fruncí el ceño.

—Estamos en auto, colgada. —contestó con algunas risas, señalando el vehículo que se encontraba estacionado frente a mi casa.

Yo achiné los ojos para tratar de ver por la ventanilla de quien era aquel auto, pero todos mis problemas de vista me jugaron en contra; fallé en el intento.

—¿De quién es? —pregunté, y en cuanto él rascó su nuca con nerviosismo y me mostró una mueca de pena, entendí enseguida.

Entonces bufé.

—Voy en Uber.

—No seas terca, Oli. —me frenó, apenas intenté sacar mí celular del bolsillo. Lo observé de la peor manera, y aunque me dio un poco de culpa su mirada de miedo, hablé;—Sabes que no lo quiero ver y me vienen a buscar con él, ¿Por qué insistís tanto cuando sabes que no me hace bien el tema?

Suspiró.

—Creeme que lo que menos quiero es que te enojes conmigo y que te sientas mal o incómoda, pero pensé que teniendo que compartir el mismo espacio en la joda iba a ser lo mismo si te veníamos a buscar con él. —lamentó, arrepentido.

Yo solo bufé un poco molesta y caminé hacia el auto sin muchas opciones que elegir; sabía que Lautaro no me iba a dejar ir sola en Uber, y tampoco sabía si iban a llegar hasta La Boca a tan altas horas de la noche.

serendipia; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora