15; malos entendidos.

3K 110 96
                                    

Olivia.

Bajé las escaleras en dirección a la cocina con bastantes ganas de dormir 15 horas más, arrastrando los pies cual zombi para apagar la hornalla antes de que el agua de la pava hierva.

Mi outfit no era más que una remera grande hasta los muslos que Ignacio alguna vez me prestó, y un simple short que me acostumbro a usar para dormir desde que tengo memoria. Mi pelo era recogido por un sencillo rodete, y en mis pies las ojotas Nike que le robé a Mateo aprovechado que ya llevaba más de 10 horas durmiendo y mucha iniciativa a despertarse no mostraba.

Vertí el agua caliente sobre la taza con café luego de estar varios minutos mezclándolo para lograr la espuma que quería, y como cornuda que soy no pude evitar sacarle foto para que todo Instagram aprecie mi obra de arte.

Me apoyé sobre la isla de la cocina para tomarlo en silencio, tranquila, y me quedé en Twitter matando el tiempo como si fuese mi noticiero de la mañana. Soy una vieja chota.

Las escaleras rechinaron y pasos me llevaron a reconocer enseguida que aquel desayuno en silencio poco iba a durarme, y no tardé en reconocer de quien se trataba; con Rufina en la escuela, María en día libre, y papá en el laburo, muchas opciones no habían.

—¿Encima no me despertas para desayunar, loca? —se quejó el de rulos, refregándose los ojos con sueño mientras bajaba con pesadez desde el living.

Yo dejé a un lado mi celular, y no tardé en girarme a hacer un segundo café, ahora para mi nuevo acompañante.

—Roncabas como jabalí, hijo de puta. —lo jodí, y su risa cerca de mi oído me llevó a notar cuanto se había acercado a mi cuerpo.

—Yo me hago, tranqui. —ofreció con su voz ronca, y estando pegado a mi cintura podía sentir la tela de su short rozando con el mío, y su mano tocando mi cintura en una distancia bastante corta de mi culo.

Me alejé enseguida, y dejé que él se prepare el desayuno, tragando una bola pesada de saliva.

—¿Dormiste algo? Cada vez que me despertaba a la madrugada te veía mirando el techo. —preguntó, y yo dejé a un lado el café para esperarlo a él.

—Maso'. Tres horitas máximo. —contesté, viéndolo de espaldas prepararse el desayuno. No llevaba puesta la remera, y se le notaban un montón de lunares esparcidos en ella.

Entonces mientras él batía el café con paciencia, se apoyó sobre la isla de la cocina a mi lado para mirarme desde el rabillo de su ojo.

—¿Tanto te dolían los ovarios? —preguntó, yo asentí.

Mentira. Durante toda la madrugada me maquinaba con Ignacio. Él ahí, en ese hospital de mierda, y yo durmiendo con Mateo.

Sentía estar jugando a dos puntas, de alguna manera, y eso me reventaba la cabeza. Si bien lo mío con Ignacio era algo espontáneo, sin ningún sentimiento de por medio por parte de ambos, Mateo seguía presente para darme vuelta el mundo a su gusto.

Soy la Violetta del conurbano.

—Antes de irme te compro algunas pastillas para el dolor. ¿Ya te bajó? —indagó, sintiendo lo tranquilo que estaba.

Como se nota que ese test dio negativo.

—Me bajó apenas abrí los ojos, me quería matar. Manché la cama. —suspiré, con malhumor, y él rió mientras vertía el agua en la taza.

—Bien que tenías el culo en la mano porque no te bajaba.

Rodé los ojos.

—¿Algo para comer, tenés? —preguntó, azucarando su café. Yo mordí mi labio inferior para retenerme la risa.

serendipia; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora