Mateo.
Mientras la música se reproducía en el televisor, y el olor a marihuana ya empezaba a aromatizar mi departamento, mi concentración no salía de esa chapita de cerveza que movía de un lado hacia otro para mantenerme en eje antes de carcomerme la cabeza pensando boludeces.
Mientras la chapita se corría hacia los costados, en mi cabeza se deletreaba en loop el abecedario, como si un jueguito de nenes fuera a destinar mi vida amorosa.
Cuando uno crece, las flores se transforman en birra.
Me quiere, no me quiere...
Me quiere...
No me quiere.
Escupiendo una puteada al aire tiré el envase de chapa vacío hacia cualquier parte de la casa, y solté todo el aire contenido en mis pulmones con cansancio. En ese simple acto, sentí una picazón de mierda en mi nariz, y saqué mi celular del bolsillo antes de que se me empiecen a caer las lágrimas solas. No era momento de demostrarme tan débil.
Todavía me costaba asimilar como las cosas con Olivia se terminaron yendo a la mierda, literalmente, de un día al otro. De verla llorar por lo mucho que me extrañó durante la gira, a tener que soportar sus lágrimas después de la última charla, era un cambio abrupto que me estaba haciendo sentir como el wacho más hijo de puta del mundo. Ella es la última persona en la Tierra que se merece llorar por un gil que no sabe mantener una relación con tremenda mujer como ella.
Entré a WhatsApp por milésima vez en el día, y me frustré al no leer ese número 1 en los archivados de la plataforma. Archivar a los chats importantes para no estar todo el tiempo pendiente al celular cuando espero un mensaje, era lo cotidiano. Pese a esto, entraba cada 5 minutos para chequear si al menos me leía los mensajes.
"te extraño mami, respondeme un mensaje" había sido el último mensaje del día, ya que en los anteriores le pedía por favor la oportunidad de conversar con tal de que las cosas se solucionen.
Me sentía un mendigo rogando un poco de su atención a toda costa, pero me volvía loco saber que se conectaba a WhatsApp y no era capaz ni siquiera de clavarme el visto. Peor me ponía imaginar que quizá me había archivado para que no le rompa las bolas y mis mensajes estaban pasando a segundo plano.
A las pocas horas de que se haya ido de mi casa, me terminó mandando mensaje por Instagram desde su computadora para reclamarme su celular olvidado por accidente en mi bolsillo. Un texto frío y distante que me llevó a querer tirarme de un quinto piso sin arnés que me salve.
Pese a que yo lo vi como una oportunidad única para tratar de seguir conversando de la forma más pacífica posible con tal de que las cosas no terminen de peor manera, cuando toqué el timbre de la casa me terminó recibiendo su hermana menor con la respuesta de "ella no está en casa".
Lo hubiese analizado como una excusa si aquellas palabras hubieran salido de su mucama o algun adulto responsable, pero sabiendo que Rufina es pésima mintiendo y se le nota en la cara, no encontré ningún indicio de una posible mentira.
Desde ese día que mi devolución fue en vano, porque en ningún momento usó el aparato para leerme un puto mensaje. Ya no sabía que carajos hacer.
—¿Qué onda con vos? —soltó una voz que me sacó de mi ensoñación de un sacudón, y enseguida me recompuse en el sillón a la par que refregaba mi rostro para disimular mi cara. No quiero ni imaginar el poco espíritu de previa que estaba manejando mi semblante.—¿Querés una birra? —ofreció Lautaro, animándose a sentarse en el sillón conmigo mientras me estiraba la bebida nombrada. Negué con la cabeza.
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serendipia; trueno.
FanficDonde Mateo regresa a sus raíces y planea recuperar su vínculo con su mejor amiga, pero el final no termina siendo como él lo planeaba...