08; alcohol en sangre, lengua floja.

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Mateo.

—Wacho, es siempre lo mismo con ustedes, rescatense un toque. —se quejó Isaías, marcando su ceño, probablemente más molesto conmigo que yo.

—Y vos sos un pelotudo; hace días nos venís llorando porque no sabes que mierda te está pasando con ella y cuando se te da, la cagas. —reprochó ahora Taiel, todos cagándome a pedos como si tuviese 10 años. Excepto Lautaro, que no omitía una sola palabra desde que conté lo sucedido con Olivia.

—Bueno, loco, ya fue. No vine para que me caguen a pedos, eh. —me defendí, levantándome de aquel cordón de vereda que siempre nos prestó el hogar de Lautaro. Aunque me merecía todo los insultos del mundo.

—¿Y que pensas hacer con el tema? —preguntó Lautaro, por alguna razón clavando su seria mirada en mí desde hacía rato. Es la primera vez que omite comentario desde que les conté lo sucedido.

—Que se yo. —me encogí de hombros, echando un suspiro de frustración. Todos esperaban atentos una decisión.—Me tengo que concentrar en mi laburo. Le puse un freno para bajar un cambio cuando volví al barrio y de tanto pensar en ella me quedé estancado. —razoné, pateando la bocha que el hermano de Lautaro nos había prestado para jugar un picadito—Hace una semana ya que no hablamos, así que antes de que se repita la misma historia prefiero que todo quede así y de a poco ir separandola de vuel....

—No entendés nada, Mateo.—escupió Lautaro, levantándose de golpe con bronca para luego, por alguna razón, intentar meterse a su casa.

—¿No entiendo nada de qué, wachin?¿Qué te pinta? —solté, con bronca, frenándolo de un bruto agarre de brazo que lo llevó a mirarme como el orto.

Bufé.

—Jodes todo el tiempo con los sentimientos de Olivia, ¿no tenés 2 dedos de frente? —recriminó, alzando la voz—Le lloras para volver a lo de antes y después la dejas tirada en el momento que más necesita de vos. Pelotudo. —escupió, a centímetros de mi cara, como si buscara provocarme.

Y Lautaro jamás fue de provocar quilombo.

—Calmate, hermano, ya fue. —lo frenó Isa, corriéndolo para atrás en cuanto sus puños se apretaron con fuerza a los costados de su cuerpo.

Yo tragué en seco, y quedé estático en mi lugar, como un pelotudo.

—¿Cómo que necesita de mí, Lautaro?

—¿Qué mierda te voy a explicar a vos? Alejate y listo, así dejas de traerle tanto quilombo. —fue lo último que soltó y antes de permitirle que ingrese a su casa, lo empujé hacia atrás por el hombro provocando que se dé la vuelta para quedar frente a mí.

—¿Estás embroncado? Pegame, dale. —animé, abriendo mis brazos, para provocarlo—Sos un cagón de mierda, Lautaro, corres a Olivia cuando no estoy yo porque te la querés co... —escupí, más embroncado que él, y fue suficiente para que se me abalance con ira para darme la primer piña en el pómulo antes de que termine la oración.

Yo me defendí a los manotazos, y por mucho que lo haya provocado no lo hice de canchero; sabía que Lautaro me tiene bronca desde que volví a hablarme con Olivia y no sabía si era por celos o por qué mierda, pero si tanta bronca me tenía le ponía la cara para que se desquite. Entonces procuré no pegarle pero sí defenderme.

Su cuerpo ya se encontraba sobre el mío mientras me repartía piñas y cachetazos en toda la cara, y los pibes tardaron varios segundos en poder sacármelo de encima.

—¡¿Qué te pasa, Lautaro?! La concha de tu madre, loco. —se enojó Isaías apenas me lo sacaron de encima, mientras él me echaba fuego por los ojos.

serendipia; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora