13; quinto día.

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Olivia.

Bajé las escaleras con un humor no muy fácil de soportar tras haberme despertado con los grititos agudos de Rufina, y suspiré al encontrarme con papá de espaldas, desayunando con ella en la mesa. Otra vez, trabajando en casa. Este era el quinto día consecutivo.

—Buen día, mi amor. —saludó él, y aunque ya no me estaba gustando un carajo que esté tan desaparecido, lo saludé con un abrazo.

—Buen día. —generalicé, él frunció el ceño al ver mi semblante.

—¿Dormiste algo vos?

Suspiré, untando la mermelada de durazno sobre las tostadas que estaban en el plato.

Ya llevaba perdida la cuenta de la cantidad de noches que me quedo haciéndome la cabeza por el mismo tema.

Ignacio no para de mandarme mensajes preguntándome como estoy, intentando comunicarse conmigo, y yo no soy capaz de responderle uno solo hace días debido a la culpa que me da haber cogido con el otro pelotudo mientras él me trata como una reina. No se merecía eso ni en pedo.

Además, que ya fueron 3 veces aproximadamente las que nos juntamos con los chicos, y Mateo en ningún momento mostró un mínimo interés en mí o una doble intensión como lo que pasó la última vez. Ni cuando estábamos solos.

Su bipolaridad de mierda me quema la cabeza.

—Me estoy durmiendo tarde. —me limité a responder, y le sonreí a María en modo de saludo en cuanto la vi aparecerse por la cocina con la pava ya hervida.

—Seguro porque te quedaste hablando con tu novio. —asumió inocente la más chiquita, y la tostada pasó de largo por el otro agujero, provocando que empiece a toser como si me estuviese por morir.

Papá abrió sus ojos de par en par, y María no sabía donde meterse. Ella era mi cómplice aunque poco sabía nuestro vínculo, pero ambas sabíamos que papá me llenaría el culo de preguntas si se enteraba que andaba a los besos con Mateo.

—¿Cómo es eso? —preguntó en cuanto me recuperé, y yo tomé un sorbo de agua que me había traído María para llenarme la boca.

Tragué duro, y la fulminé con la mirada a Rufina.

—Es Mateo. —siguió ella, yo bufé.

—Rufina, basta.

—¿Estás de novia con Mateo? —se sorprendió, y siendo apenas las 8 de la mañana, el humor me cambió por completo.

—¿Para qué querés saber? Si últimamente no estás nunca con nosotras. Ya empiezo a olvidarme que tengo padre. —escupí dejándolo helado, y simplemente me levanté de la mesa para volverme a la habitación, sin muchas ganas de seguir hablando sobre eso. Me habían colmado la paciencia.

Cerré la puerta de la habitación de un portazo y solamente me tiré de panza a la cama para tratar de apagar mi cerebro un rato.
Mi cabeza era un huracán de emociones que no me dejaban tranquila un solo minuto.

Era la primera vez que le daba ese trato a papá. A él, que se rompe el culo todos los días el triple desde que mamá no está con nosotros.

Un pinchazo me molestó el pecho, y las lágrimas no tardaron en desbordar mis ojos.
Todo el rejunte de cosas que me venían pasando me estaba saturando de más, aunque pocas cosas me preocupaban más que la última novedad de la semana.

Me acerqué al calendario que colgaba sobre mi pared, secándome las lágrimas, y suspiré.

Ya pasaron 4.

serendipia; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora