Olivia.
La cabeza del morocho se encontraba recostada sobre mi hombro, mientras su mano me hacía caricias en el muslo por debajo de la mesa. No sabía muy bien cuanto tiempo su tía se iba a contener en preguntar si ya éramos novios, pero creo que estaba demasiado pegote como para esconder la noticia mucho más tiempo.
Los platos ya se encontraban vacíos sobre la mesa, y la cena había sido un total éxito; la comida estaba riquísima, y mi reencuentro con su familia se basó en puros abrazos y un montón de actualizaciones de nuestra vida.
—El que se duerme, pierde. —soltó Laura, su tía, mirando con ternura la imagen de su sobrino y de su hijita chiquita al borde del sueño. Parecían estar compitiendo por quien se duerme primero.
A Mateo ya no le quedaba mucho tiempo aguantando sus párpados abiertos, y y su prima ya estaba cabeceando en su sillita después de comer como una reina.
La más chiquita soltó una pequeña carcajada al oír la frase de su mamá, y tanto ella como Juliana y yo, no pudimos evitar reír al unísono. Tenía una risita muy contagiosa.
—¡Perdiste! —exclamó entre risas la chiquita, tapándose la boca y apuntando con su dedito índice al de rulos.
Al parecer sus párpados ya se habían cerrado, pero lo despertó su agudo grito y enseguida abrió su boca de par en par.
—¡Chanta!¡No me tenías que deschavar así! —se indignó, despegándose casi de golpe de mi cuerpo para estirarse al de la nena y así poder llenarla de cosquillas.
La carcajada de los dos llenaban la sala de un ambiente súper cálido y hermoso, y creo que las tres mujeres que quedábamos en esa mesa estábamos estúpidas al mirar la escena.
El trato que tiene Mateo con los más chiquitos, es hermoso.
—¡Perón, perón! —exclamó la menor, pidiendo socorro para que su primo la deje respirar. Y nosotros, incluído Mateo, no pudimos evitar soltar una fuerte carcajada al oír sus palabras.
No, no es peronista. En su idioma, es una interesante manera de pedir perdón.
—¿Ahora vas a ver los dibus conmigo? —preguntó el morocho, regresando hacia mí para volver a recostarse sobre mi hombro. La chiquita no tardó en asentir contenta con su cabeza.
Las mujeres ya estaban levantando los platos sucios para poder comenzar a lavar, y yo apreté sin mucha fuerza el muslo de mi novio para que me deje levantarme.
—Amor, dejame levantarme a ayudar. —murmuré, ya que no notaba sus intensiones por hacerlo. Bastante cómodo estaba.
—Hoy sos la invitada de lujo. Si te ven levantar un solo plato, me cortan los huevos las dos. —refutó, por fin mirándome a los ojos para negar con su cabeza.
Yo evité reírme, mordiendo mi labio inferior.
—Tengo manos igual, puedo ayudar. —justifiqué.
El llamado de Laura a su hijita la hizo desaparecer corriendo como un rayo, en búsqueda de la mamadera que le prometieron.
Él rodó sus ojos, y acercó mi silla a la suya para encararme de cerquita.
—Tenes manos para hacerme mimos en el pelo hasta que me duerma, no para lavar los platos. —retrucó, provocando que se me escape una carcajada. Obligadamente, llevó mis manos hasta sus rulos, y no tuve otra opción que no sea cumplirle el capricho.
—¿Qué dormir, chanta? Me tenés que llevar a mi casa vos. —recordé, elevando mis cejas. Por alguna razón, tocarle el pelo mientras hablaba con él me estaba relajando un poquito de más.
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serendipia; trueno.
FanfictieDonde Mateo regresa a sus raíces y planea recuperar su vínculo con su mejor amiga, pero el final no termina siendo como él lo planeaba...