Olivia.
Me removí en mi lugar en cuanto oí un ringtone desconocido sonar, y me perdí un poco al darme cuenta que me encontraba abrazada a un cuerpo que no recordaba ni siquiera de quién era.
Abrí mis ojos enseguida que me desperté, y fruncí el ceño al visualizar el cuerpo del morocho acostado junto al mío.
Este entre algunas quejas buscó su celular entre el colchón, y atendió sin muchas ganas de despabilarse.
—¿Hola? —atendió, con su voz ronca. Y mientras trataba de despegar sus ojos, yo enseguida me distancié de su cuerpo con el ceño bien marcado al recordar lo sucedido anoche.
¿Quién mierda le dio el permiso de acostarse en mi cama?
Esperando paciente a que termine la llamada para decirle todo lo que me estaba guardando por tragarme la bronca, me senté en mi lugar y refregué mis ojos para tratar de despegarlos un poco.
—¿Dónde estás, mamá?¿Qué pasó? —preguntó alterado, y en un segundo se levantó de un salto de la cama y empezó a despeinar su pelo con preocupación.
Sus ojos se tornaron cristalinos enseguida, y yo tragué en seco.
—La puta madre, loco. —bufó, marcando el ceño. Yo me levanté de mi lugar con preocupación, y enseguida caminé hacia él para mantenerme cerca.—Voy para allá, ¿sí? Manteneme al tanto mientras, por favor. —fue lo último que dijo y luego de un par de intercambios más de palabras, cortó la llamada.
Soltó una fuerte puteada mientras se refregaba el rostro para contenerse las ganas de llorar, y yo no tardé en acercarme con mucha más preocupación que antes.
—¿Qué pasó, Mateo?
—Emilio. La acaban de llamar a mi vieja del colegio; le pegaron unos compañeros, lo están llevando al hospital. —contestó, mirándome con los ojos llorosos y un inconsciente puchero en sus labios.
—Tranquilo, ey. —murmuré, haciendo puntitas de pie para abrazarlo suave por el cuello.
Él suspiró, y dejó caer su cabeza sobre el hueco de mi cuello.
—Yo...me voy a ir volviendo. No le dijeron que mierda le pasó pero si lo agarraron entre varios dudo que sea algo bueno. —resopló, alejándose de mi abrazo para secar con sus pulgares los bordes humedecidos de sus ojos.
—¿Por qué mejor no te tranquilizas un poco y esperas a ver qué te dice tu mamá? Cuando tenga noticias te va a llamar, y si es algo grave te volves. —reflexioné, tratando de bajarle los decibeles, tomándolo del rostro. Su pecho subía y bajaba con desespero, sabía que si no se calmaba en los próximos minutos las cosas iban a empeorar.
—No puedo tranquilizarme si no se como está mi hermano. Menos quedarme acá sin hacer nada. —negó, con los ojos llorosos, despeinando su cabello con preocupación.
—Voy con vos.
—No, Oli.
—¿Por qué, Mateo? —suspiré, desesperada.
—Porque hoy vienen a ver la casa y hay un montón de cosas para hacer. —negó, decidido—Todo lo que es pintura igual ya lo hice yo, decile a los pibes que te ayuden con lo demás. —sorbió su nariz, mocoso. Yo suspiré.
—Se van los vendedores y la compren o no, voy directo al hospital. —prometí, tomándolo del rostro.
Él me abrazaba por la cintura, pero justo en el momento que quise acercar nuestros labios para darle un último beso, éste se alejó con pudor.
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serendipia; trueno.
Fiksi PenggemarDonde Mateo regresa a sus raíces y planea recuperar su vínculo con su mejor amiga, pero el final no termina siendo como él lo planeaba...