Olivia.
El rostro de Ignacio cambió completamente al verme; mis ojos estaban hinchados al igual que mi cara, la cual se veía más rojiza y húmeda de lo normal. Di lo mejor de mí para producirme lo mejor posible, pero fue inevitable no recogerme el pelo en un improvisado rodete y quedarme con ese remerón que alguna vez él se olvidó en mi casa. Todavía tenía su perfume.
Cerró la puerta de mi habitación en cuanto se introdujo, y no le di ni tiempo a reaccionar que mis piernas ya estaban cortando la distancia entre nosotros. Me aceleré para llegar a su cuerpo, y lo abracé con tanta fuerza por el cuello, que se me hizo inevitable no seguir llorando.
—Gorda, ¿qué pasa, eu? —se preocupó, quizá más de lo que debería.
Su corazón palpitaba más fuerte de lo normal, y notaba su desesperación por ver mi rostro para tratar de frenar aquellas lágrimas que ya se acostumbraban a recorrer mis mejillas.
Realmente se preocupó.
Me desprendí de su cuello pese a que él me consentía el abrazo apretujándome con ternura contra su cuerpo, y enseguida traté de secar mis lágrimas con las muñecas para volverme a la cama. Quizá menstruar me ponía más sensible de lo normal y era entendible, pero no voy a negar que me siento una pelotuda después de haber reaccionado de esa manera al verlo.
—P-perdón, Na, fue cualquiera. —suspiré, avergonzada. Sentándome como indio en la cama.
Él enseguida se acercó, negando con su cabeza, y dejando una caricia en mi pierna se sentó a mi lado.
—Hablemos, Oli. Contame que te pasa. —pidió, sintiendo que en cualquier momento él se ponía a llorar conmigo.
Yo suspiré, y poniendo mi mayor esfuerzo para no llorar...negué con mi cabeza.
—Quise que vengas para que estés un rato conmigo, no para seguir con ese tema. —suspiré, y él enseguida comprendió mientras asentía con su cabeza.
Se acercó un poco más a mi cuerpo, y subiendo una mano a mi nuca, dejó un duradero beso en mi frente que me hizo suspirar con tristeza.
Cuando menstruo, cualquier cosa me pone triste; un beso, una película, una palabra, un gesto. Todo, absolutamente todo.
Ignacio permaneció así, cerca de mi rostro. Sus ojos instantáneamente bajaron a mis labios, y noté cuanto se contenía a besarme cuando se mordió con fuerza los suyos.
Entonces no la pensé dos veces, y accioné yo, posando mis manos a los costados de su cuello para ir en búsqueda de sus labios. Él no tardó en consentirlo con deseo y bastantes ganas, mientras sus manos bajaban a mis caderas para hacer que me siente sobre su regazo.
—No, Oli, pará. —me frenó, apenas nos separamos por falta de aire, y ver sus labios húmedos solo me daban ganas de seguir besándolo hasta que me quede sin aliento.
Pero mi ceño se frunció en cuanto cortó el momento, haciéndome confundir un poco.
Él limpió el borde de mi labio inferior con su pulgar, y aprovechó para dejar una caricia, mirándome con algo de pena.
—No quedamos en esto, gorda. —recordó, frustrado. Yo bufé, tapándome el rostro para contenerme las ganas de putear al viento.
—Mateo provocó que anoche me vaya del boliche llorando, me hizo un escándalo porque me vio hablando con vos. —conté, para desvalidar nuestro acuerdo.
Ya iban varios días desde que había tomado la decisión de cortar el extraño vínculo con Ignacio; lo hablamos de forma madura y los dos estuvimos de acuerdo con eso. Obviamente ese touch and go ya no existiría pero sí seguiríamos en contacto con la mejor de las ondas; al fin y al cabo, nos llevamos bastante bien.
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serendipia; trueno.
FanfictionDonde Mateo regresa a sus raíces y planea recuperar su vínculo con su mejor amiga, pero el final no termina siendo como él lo planeaba...