33; desconfianza.

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Mateo.

Tocó la hora de despedirnos de la casa que me alojó en las mejores vacaciones de mi vida y no sabía muy bien cómo sentirme al respecto. Está más que claro que con Olivia no estábamos solo despidiéndonos por un tiempito de ella, sino que estábamos dejando atrás un montón de recuerdos; esos que forjaron toda nuestra infancia, y literalmente nos vio crecer desde que teníamos apenas 4 años.

Nuestro cuartito de juegos, nuestras carpas armadas con sábanas, días de lluvia que pasábamos con la familia ahogándonos en pochoclos y muchas pelis de Disney...y ni hablar de la cantidad de veces que nos resguardábamos en las carpas y jugábamos a asustarnos. Yo en esa época me aprovechaba bastante de que era el mayor, entonces siempre se me iba la mano con los sustos y terminaba dándole besitos pulguita para que me perdone antes de que me baje los dientes. Siempre tuvo ese carácter fuerte.

Aún así me despedía contento de ella; no me voy a hacer el pelotudo, nunca en mi puta vida desde que crecí le pase cabida a la casa, entonces mucho no podía mariconear. Al menos fue una linda despedida con lindas personas, y me estaba llevando de ella lo que le jure a Lautaro en pleno viaje; "Voy a volver del anillo con Olivia".

¿Qué más puedo pedir?

Chequeé la habitación de una punta a la otra procurando no dejarme nada olvidado y terminé de cerrar mi bolso en cuanto oí los gritos de Taiel apurándonos para reunirnos a todos en el living. Esa chispa de creerse el padre del grupo no se le fue nunca.

—Mateo. —habló una voz que reconocí al instante, desde el marco de la puerta. Yo me colgué el bolso al hombro creyendo que solo me estaría apurando, pero me frené en mi lugar al ver la cara de preocupación de Nacho desde el otro lado.

Fruncí el ceño.

—¿Qué pasa?

—Estamos todos pero Oli no sale de la hace un montón.

Suspiré, sin muchos ánimos.

Las ganas de estar con ella me estaban consumiendo desde que se metió a esa habitación, pero sabía que necesitaba su espacio para despedirse del lugar que lleva una huella enorme de su madre y mucho no podía meterme. Al menos no yo.

—Cuando termine va a salir, ella sabe a que hora sale el vuelo. No va a estar mucho tiempo más. —negué, despreocupado. Y no porque no me preocupe por ella, sino porque no quería que la molestemos si ya en un rato tendríamos que estar saliendo.

Nacho siguió con esa preocupación, pero aún así me hizo caso y bajó con el resto ya teniendo su valija en mano.

Yo iba a seguirlo por detrás, pero una llamada entrante no solo me hizo percatar de que me estaba olvidando el celular sobre la cómoda de la cama, sino que también me obligó a frenarme en la habitación.

Menos mal que había revisado todo con tal de no olvidarme nada...

Leí el contacto de mamá en la pantalla y me bastaron solo segundos para atenderla. Me había estado preguntando toda la mañana a que hora salía nuestro vuelo para esperarme en el aeropuerto, pero con todas las cosas que tuvimos que hacer para dejar la casa vacía ni siquiera me dio el tiempo para tocar el celular.

Mamita, hola. —saludé, formando una inconsciente sonrisa a labios unidos.

Hola, mi amor. ¿A qué hora sale tu vuelo? Te quiero esperar en el aeropuerto. —preguntó, y no voy a negar que me enterneció la alegría con la que me hablaba. Cuánto habrá estado esperando este día...

A las 6, ma. Ahora en un rato ya vamos a ir yendo al aeropuerto. —informé—Igual no te preocupes porque ya me organicé con papá; él ya está por ahí. Le pedí que me deje el auto cerca así puedo alcanzar a Oli y ayudarla con las valijas. Vos esperame en casa que yo voy para casa a verlos un rato.

serendipia; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora