28; comprador misterioso.

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Olivia.

Terminé de ordenar la habitación de Mateo, donde ambos estuvimos durmiendo la noche anterior, y de lejos se escuchó la puerta cerrarse dándome a entender que los chicos ya habían abandonado la casa para la llegada del nuevo comprador tal cual les habia pedido yo que hagan.

Me costó literalmente horas convencerlos, ya que papá al parecer está cargado de laburo y no pudo responderme si esta persona fue enviada por él, entonces les dio lugar a la duda mientras Mateo les daba manija para que desconfíen.

Es raro...sí, no voy a hacerme la boluda. Que venga un número desconocido de la nada, sin antes haberse comunicado con mí papá para hablar sobre el tema de los papeles y sus indicaciones, deja mucho que pensar. Pero yo vine para que la casa se venda de una buena vez, y si me pongo a rechazar compradores, se me va a hacer más difícil seguir viviendo en ella para después tener que abandonarla de un día para el otro.
El morocho quizá un poco de razón tenía; si no la suelto de una puta vez, voy a estar aferrada al pasado todo el tiempo, y tampoco me hace muy bien sentir la esencia de mamá en cada habitación a la que entro.

Me senté en el borde de la cama, y leí el mensaje que recientemente había entrado a mi celular. Número que no había agendado; el comprador misterioso.

"Acabo de subirme al taxi. En 10 llego".

Suspiré, con una mezcla de nervios y sensaciones que no sabía reconocer, pero enseguida la silueta del morocho salió del baño para venir a ponerse de cuclillas frente a mi cuerpo.

Sus rulos mojados caían un poco sobre su frente, y con su abdomen al descubierto debido al calor infernal que hacía en la calle, no tardó en sacarme de todos esos pensamientos que me estaban quemando la cabeza para tener otros un poquito más impuros.

—¿Segura no queres que me quede, gorda? No me molesta. —ofreció, usando un tono de voz más suave, mientras deslizaba su pulgar sobre mi mentón.

Yo enseguida negué con mi cabeza, haciéndolo suspirar con un poco de preocupación.

—Dijimos que si tu papá te decía que no lo mando él, se iba a suspender todo esto. —recordó, frustrado.

—Y papá no me respondió, está cargado de laburo.

—Bueno, cuenta igual si no te responde. —justificó, elevando sus hombros.

Yo no pude evitar reír, aunque él me miró un poquito mal por hacerlo. Realmente, por alguna razón, el tema lo tenía bastante asustado.

—No vas a suspender el ensayo de todo un equipo solamente porque yo me quedo en la casa con un comprador que no conozco. Ya es el tercero que viene y lo recibo sola, no es nada grave. —recordé, tratando de tranquilizarlo un poco.

Él suspiró, dándose por vencido, y se levantó de la altura del piso para caminar hacia su armario sin objetar una sola palabra más sobre el tema.
De allí sacó ese perfume que usa todos los santos días, y se echó por todo el cuerpo como si no se hubiese dado un baño hacía exactamente 10 minutos.

Me desesperaba un poco que haya dejado el tema ahí sin haber recibido ningún tipo de respuesta de su parte, y todos los indicios me daban a entender que se había enojado.

—Que infiel, yo como una ilusa pensando que tenés ensayo. —negué, decepcionada, tratando de darle un poco de gracia para aprovechar la cantidad incalculable de perfume que se había echado. Solo así podía chequear si estaba enojado; si se reía, o no.

Una absurda risa poco forzosa fue lo único que salió de su boca, mientras negaba con su cabeza. La puta madre.

—Me voy yendo. —informó, tomando las llaves de la mesita de luz.

serendipia; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora